Capítulo 6

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—No tenía ni idea de que te gustara Patrick.

Logan lo dijo en un tono indiferente, apenas teñido de sorna.

—¿Po-por qué dices eso? —conseguí  farfullar.

—Lo he sospechado al  verte babear en su presencia.

Me lo quedé  mirando,  pero  no  conseguí   descifrar su  expresión. Acababa  de  describir  en  términos muy  exagerados un momento  de  apuro de nada  y  sin  embargo  parecía satisfecho  de  sí  mismo. ¿Un intento de seducción? ¿Por mi  parte? ¿De qué estaba hablando?

Tenía que dejar las cosas claras.

En un semáforo, miré a Logan a los ojos.

—Yo no coqueteo. Tengo mejores cosas que hacer —esperaba haber hablado en un  tono cortante e inteligente—. Y ahora, ¿quieres utilizar tu cerebro o vas a dejar que se te atrofie?

Mi  comentario fue recibido con un silencio. Lo reconozco: su observación me había sentado mal  y me  había  enfadado. No me  estaba  tomando  el   pelo  en  plan  de  amigo  porque  NO  ÉRAMOS AMIGOS.

Él   era  popular,  yo  era  invisible,  y  si   alguna  vez  lo  había  olvidado,  su  interpretación  de  lo  sucedido  en el  Starbucks había bastado para recordármelo.

—Muy bien, ¿de qué va todo esto?

No soportaba su silencio por más tiempo. Logan se encogió de hombros. ¿Se puede ser menos comunicativo?

—Pero ¿qué te pasa?

—A mí  nada —dijo enfurruñado.

—Mira,  no sé  qué  problema tienes,  pero  soluciónalo.  No puedo  darte clases si no hablas  conmigo.

Y necesito este trabajo para comprarme un MacBook.

—¿Por eso lo haces? —preguntó con incredulidad—. Por un portátil .

—Pues sí  —contesté—. ¿Por qué creías que te daba clases, para ganar el  Nobel?

Hizo caso omiso de mi  pregunta y se quedó pensativo.

—Tiene  sentido.  Lleva tu nombre  escrito  —sonrió  al  ver que  yo no lo pillaba—.  Mac-Kenzie ahorra para un MacBook.

Noté que las manos se me cri spaban y tuve que hacer esfuerzos por t ranqui l izarme.

—Muy listo. Ese chiste no lo conocía.  Ah, espera, sí  que lo había oído. Pero es que nadie me llama Mack.

No creo que me estuviera escuchando mientras enfilaba por el camino de entrada de su casa. Pocos minutos después, estábamos en la cocina con los libros abiertos.

—Bueno, en la guerra de los franceses y los indios —volví  a empezar— se enfrentaron.

Frustrado,  Logan se pasó la mano  por  el   pelo  y  bajó  la  vista  hacia  el   complicado  garabato  que estaba dibujando en su cuaderno.

—¿Los franceses y los indios?

—Pues no.

La exasperación asomó a su rostro.

—¿Y entonces por qué se llama la guerra de los franceses y los indios?

—Pues porque son los vencedores los que bautizan las guerras.

—¿Y quién venció, los franceses o los indios?

—Ninguno  de  los  dos  —el   brillo  asqueado  de los ojos de  Logan  me  impulsó  a  añadir  rápidamente —.  Ganaron los ingleses  y  los  colonos.  El   nombre  sería  muy  largo  si se  llamara  la  guerra  de  los ingleses y los colonos contra los franceses y los indios.

Un desafortunado Pero Maravilloso IncidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora