No creo en la suerte, creo en el destino.
Todo lo que pasa por o en nuestras vidas es por algo. Todo tiene una razón y siempre nos deja una enseñanza.
Quizás duela soltar o dejar ir ciertas cosas o a ciertas personas, pero siempre vamos a aprender algo cuando lo superemos.
Una vez leyendo un libro subrayé una frase que decía así: "A veces hasta las personas que más amamos logran hacernos daño"; y es verdad. Todo el tiempo nos dañan las personas que amamos y que nos aman. Tal vez con una frase, un gesto o simplemente diciéndonos algo demasiado hiriente. A veces hasta inconscientemente lo hacen.
El punto es que todo el tiempo estamos dañados, pero aun así estamos dispuestos a olvidar y a seguir amando, no importa si esa persona nos rompe veinte mil veces el corazón, nosotros estamos preparados para seguir adelante como podamos.
Y estar dispuesto a amar después de todo ese dolor no cualquier persona lo puede hacer. Solo los valientes lo logran.
Lo bueno de las despedidas o rupturas es que siempre llega otra persona.
Lo malo es que esas personas nuevas que llegan no ocupan el lugar de las que se fueron, ellas tienen que ir creando y construyendo su propio espacio.
A veces en el corazón quedan espacios vacíos, de personas que cuando se fueron se llevaron parte de nosotros. Espacios que no son fáciles de llenar. Puede llevar meses o años lograr llenarlos y obviamente no se llenan por sí solos. Necesitamos de la ayuda de una persona.
Una persona que nos haga sentir únicos, especiales, simplemente diferentes de los demás.
Y es ahí cuando podemos llegar a sentir la satisfacción de un día cruzarnos a la persona que se llevó parte de nosotros, mirarlo a los ojos y ya no sentir nada. Poder decir mentalmente "ya lo superé".
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El final es el comienzo
Teen FictionDos personas completamente distintas. Una historia que los entrelaza. Un sentimiento no tan mutuo. Amistades que resultan no serlo. Adolescencia y madurez juntas. ¿Destino o casualidad?