28 de Octubre
-No te imaginas lo que me pasó el miércoles. – Le digo a Ale.
Está recostado en mi cama, con un brazo por debajo de la cabeza y con el otro revisando su celular.
-Mmm... ¿Qué te pasó? – Me pregunta.
-Adivina. – Le digo.
-No lo sé, ¿te encontraste con Adam?
-No.
-Hablando de él, ¿el desgraciado todavía no te ha hablado? – Me pregunta.
-No, pero eso no viene al caso; yo te estoy diciendo que adivines otra cosa. – Trato de desviar su atención sobre ese tema.
-Bueno, entonces eso lo dejamos para después de que me cuentes que te pasó, porque no voy a adivinar nunca.
-No me encontré a Adam, pero sí a Noah.
-¡¿Que?! – Me grita. – Oye espera, creo que oí mal. Repítemelo. – Dice tratando de bajar la voz.
-No, oíste bien. Me encontré a Noah.
-Dime que no pasó nada, por favor. – Ahora me ruega. Pongo mi mejor cara de compasión. – Dime la secuencia de hechos.
-Ok. Yo iba lo más tranquila caminando por la calle y me lo encontré de frente. Nos saludamos como dos conocidos sin ningún problema, ya que no siento ningún rencor hacia él, y comenzamos a hablar.
-¿Hablar sobre qué? – Me dice.
-Sobre lo que habíamos hecho después de terminar con nuestra relación.
-¿Y qué te dijo él? ¿Qué se dedicaba a ir de chica en chica? ¿O que se convirtió en sacerdote después de todo lo que te hizo? – Dice con sarcasmo. Pongo los ojos en blanco y sigo.
-Comencé a contarle sobre tú y yo, y luego le dije que estaba conociendo a un chico. Nos fuimos a sentar a un parque y seguimos con la conversación. Él me dijo que está de novio, cosa que ya sabía, y que es feliz; que no significaba que conmigo no lo haya sido, pero sí, es feliz. También me pidió mi número de celular.
-Me imagino que no se diste, ¿O sí? – Me pregunta.
-Obvio que no. – Le digo tranquilizándolo.
-Ok. ¿Adónde quieres que vayamos estas vacaciones?
Este chico cambia de tema muy rápido.
-Falta mucho Ale, todavía no sé qué voy a hacer mañana y tú ya quieres que piense en lo que voy a hacer dentro de unos tres meses.
-Es que quiero que lo planifiquemos bien. Además, tengo una sorpresa. – Dice haciendo un mohín.
-Dime que es. – Le digo sentándome en la cama y sacudiendo sus los hombros. Él niega con la cabeza riéndose y yo sigo insistiendo. - ¡Vamos, dime que es!
-SOR-PRE-SA. – Dice separando en sílabas. Pongo los ojos en blanco. - Ahora, ¿Qué ha pasado con Adam?
Y ya va de vuelta evadiendo la conversación.
-Nada, simplemente nunca vamos a poder ser nada con él.
-Ah, no digas pavadas, ¿por qué no podrían ser algo? – Me pregunta.
-Porque tiene veinticinco años. No son dos años de diferencia, son ocho.
-Bueno, pero si se aman.
-No lo sé, no van muy bien las cosas por ahora; no nos escribimos, estamos un tanto distanciados.
-¿Hace falta que responda a lo que acabas de decir?
-No, no digas nada, olvídalo. Perderías el tiempo.
-¿Cómo lo estás perdiendo tú con Adam?
-Que buen amigo que tengo. - Le respondo con sarcasmo y él sonríe.
-¿Ya estrenaste el regalo de tu cumpleaños?
-No, aún no; estoy esperando a salir con alguien.
-Bueno pero si es por eso, esta noche podrías salir conmigo.
-¿Por qué eres tan manipulador? - Le pregunto.
-¿Y por qué no? - Me responde y sonrío. - Además, si estas esperando a salir con Adam, esta vez tú estarías perdiendo el tiempo.
-Ya basta de hablar de él. - Le respondo y el calla. - Igual me ha encantado el vestido, muchas gracias.
-De nada.
Se arma un gran silencio, de esos que no quieres romper, y nos ponemos a mirar la temporada veinticinco de Los Simpson como dos niños pequeños.
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El final es el comienzo
Teen FictionDos personas completamente distintas. Una historia que los entrelaza. Un sentimiento no tan mutuo. Amistades que resultan no serlo. Adolescencia y madurez juntas. ¿Destino o casualidad?