Epílogo

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Domingo 8 de Octubre.



-Vale, ya me visto y desayuno.

-Apúrate, que no quiero que se nos haga tarde. – Me responde.

-Recién son las ocho de la mañana, pesado. – Digo poniendo los ojos en blanco.

-Tengo que cortar la llamada. No desayunes, comes algo en el viaje.

-Pero yo quiero tomar café. – Digo en tono de reproche.

-Desayunamos luego. – Me responde apurado.

-Vale, ya me levanto. – Respondo y corto la llamada.

Hoy no podré salir a correr.

No pienso más y me levanto de la cama.

Voy al baño, me quito el pijama y en la ducha abro la canilla del agua caliente.

Siento como golpea suavemente en mi espalda, dando un efecto de masaje.

Pongo un poco de shampoo en mi pelo y lo masajeo suavemente hasta quitármelo todo.



Una vez bañada y con el cuerpo completamente seco voy a mi habitación para humectarme la piel.

Coloco un poco de crema en la yema de mis dedos y las paso por los hombros, los brazos, el abdomen y luego por las piernas.

Me pongo un jean azul marino y una blusa de color verde agua.

Quito la toalla que cubre mi pelo y en frente del espejo lo cepillo con suavidad. Así luego puedo ponerme un aceite humectante.

Me lo voy a dejar suelto, no tengo ganas de peinarme. Solo me voy a llevar una gomita por si me da calor.

Busco mi bolso viajero y guardo unas mantas, crema, un perfume y mi libro favorito.

-Emma, ya llegó Alex. – Me dice mi mamá.

-Ho, bueno. Dile que enseguida voy. – Mi mamá asiente con la cabeza y lo hace entrar a la casa.

Busco mi campera más livianita de color blanco.

Voy hacia el comedor y lo saludo con un beso en la mejilla.

-Siempre dando vueltas. – Me dice mientras me estoy poniendo la campera.

-Ya, cállate y vámonos. – Le respondo y el asiente.

-Hasta luego Isabella. – Le dice Alessandro a mi madre y yo agarro mi bolso.

-Vayan con cuidado, suerte. – Nos dice y nos subimos al auto.

-¿Quieres que ponga el bolso en el baúl? – Me pregunta él.

-Lo pongo en los asientos de atrás, no te hagas problema.

-¿Estás bien? – Me pregunta.

-Sí. – Le respondo. Pero me mira dudando. – ¿Por qué? – Le pregunto.

-Por lo de Adam. – Me responde.

-Estoy bien, solo me hace falta despejarme un poco.

Me sigue mirando raro.

-Al fin y al cabo era sabido que iba a pasar lo mismo de siempre, así que es mi culpa por volver a creer en que todo había cambiado. Ahora que te he contado, ¿Dejarás de mirarme así? – Le digo.

-Yo creo que deberías registrarte en Badoo, o en Tinder. Eso quizás te distraiga un poco más. – Me dice y yo largo la risa.

-Estás loco.

-Enserio lo digo. Deberías al menos probar.

-Deja de hablar estupideces. – Le digo y nos reímos.

- ¿Qué? – Le pregunto al ver que se ha quedado mirándome.

-Nada. – Me responde con una sonrisa.

-Vale ¿Y a dónde me llevarás?

-Annapolis.

-¿En serio? – Le pregunto.

-Sí, desgraciadamente un viaje más largo no podemos hacer.

-Igual me gusta Annapolis. – Le digo.

-¿Traes tu cargador para la cámara, verdad?

-Sí, está junto a mi billetera. – Me mira dudoso. – A ver, el cargador está junta a la billetera y la billetera en el bolso. ¿Está claro ahora?

-Sí, sí. Está bien, pero no te enojes.

Sonrío y encaminamos al destino.

Prendo la radio e inserto mi pendrive.

-Hooo, escucha esa canción. – Le digo.

-¿Cuál es? – Me pregunta.

-Stay de Rihanna.

-No me digas que vas a cantar.

-Ho, sí. – Le digo riéndome. – Es una de las que más identifica mi situación sentimental en este momento. – Me encojo de hombros y comienzo.

Se ríe de mis entonaciones, pero sigo con la canción.    

El final es el comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora