Capítulo 4

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Cada vez falta menos. Cada vez se acerca más.

Estoy un poco nerviosa.

Me baño, me visto, me peino y me preparo para ir tomar el bus hacia la casa de Damien, el chico con el que tengo que hacer este trabajo.

-¿Ya te vas? – Me dice Ale.

-Sí, ya me voy.

-Ok, ten cuidado. Si quieres te voy a buscar después del entrenamiento. – MIERDA. MIERDA. MIERDA.

Ok, Emma, piensa. Improvisa carajo.

-No, gracias Ale, pero está bien así. Después del entrenamiento me vengo en autobús y listo. No hace falta que me vengas a buscar.

-Como quieras, pero solo avísame.

-Hablando de avisar, ¿Cuándo vuelves a República Checa? – Trato de cambiar de tema.

-La semana que viene probablemente. ¿Por qué?

-Solo preguntaba. – Le doy un beso en la mejilla.

-Ya te llevo yo a la casa de Damien.

-¿Seguro? - Pues para mí mejor.

Mientras que no insista en irme a buscar, que me lleve a donde quiera.

-Sí.

Me pongo los lentes de sol y reviso la mochila, para ver si llevo todo lo que necesito, mientras Ale saca la camioneta. 

-¿En dónde vivía? - Me pregunta.

-En la Avenida Constitución.

Llego a la casa de Damien y saludo a todos.

-¿Te estás preparando? – Me pregunta Anna.

Solo les he contado a Damien y a ella que me encontraré con alguien, pero no saben quién es ese "alguien". Y tampoco pienso contárselos, por ahora.

-Sí, con algunos nervios.

-Tranquila, solo es un helado y ya. – Me dice Anna.

-No es solo un helado. El chico la va a besar. – Le dice Damien a Anna.

Ay chicos, que inocentes que son a veces.

Sonrío para mis adentros y los miro a los dos.

-Bueno basta. Centrémonos en este bendito semáforo.

Comenzamos a hablar sobre con qué podemos hacer el semáforo, de qué forma sería económico y un par de cosas más.

Buscamos información y comenzamos a hacer un informe.

-Emma, son las 17.30, ¿a qué hora te vas a encontrar con él? – Me dice Anna, sacándome de mi entretenimiento con el semáforo y llevándome al abismo.

-Dios mío, como se pasa el tiempo.

Ya no queda nada. Solo los minutos que me tarde en caminar hacia la Galería del Arte.

Quedamos de encontrarnos en la heladería.

Adam: ¿Sigues con la idea de juntarnos?

Perdón, perdón, perdón. Es que me había olvidado. Se me pasó rapidísimo el tiempo.

Emma: Sí, sí. Si no estoy ahí, espérame.

Adam: Jajaja, buenísimo.

Odio llegar tarde.

Pero, como siempre tengo tanta suerte, esta vez tenemos que esperar a que pasen a buscar a una compañera del colegio que está en nuestro grupo con lo del semáforo.

Nos subimos a unos jueguitos que hay en un parque y esperamos que vengan a buscarla.

-¿En dónde está? – Me pregunta Dam, refiriéndose a él.

-No lo sé. Quedamos de encontrarnos en la heladería. – Trato de mandarle un mensaje a él, pero no me andan bien los datos móviles y no tengo muy buena señal.

-Es obvio que no está dentro, ni yo me sentaría a esperar a una chica en una heladería. – Me dice Damien en un tono pesimista.

Pongo los ojos en blanco, siento que mi celular vibra y lo reviso. Tengo tres mensajes de WhatsApp de él.

Adam: Ya estoy acá.

Adam: Estoy en la camioneta.

Adam: Me aburro.

Me río de sus mensajes y comienzo a caminar hacia la heladería.

Parece uno de esos niños chicos que van con sus madres de compras y comienzan a quejarse porque ya se cansaron de caminar.

-¿Qué te puso? – Preguntan los dos a unísono.

-Que está en la camioneta.

-Genial. No sabemos qué camioneta es, ni en qué calle está, y mucho menos quien es el chico con el que te vamos a dejar ir durante... - Damien mira el reloj. – Unas tres horas y media.

Sí pues, supongo que así se siente encontrarse con alguien a ciegas.

'Con Noah fue igual.'

Shh, no es igual, porque yo a él ya lo había visto, en cambio a este chico nunca lo he visto. A veces te equivocas subconsciente.

-Acompáñenme a comprar a ese candy store y luego vamos a buscar a ese chico. – Dice Anna señalando una dulcería.

-Ok, vamos. – Digo resignada.

Estoy nerviosa. ¿Y si es todo mentira? ¿Y si él nunca aparece?

-He, Emmita, despierta. – Dami me toca para comprobar que no lo estoy escuchando.

Ellos a veces me llaman Emma, Emmu, Emmita, y varios apodos más que son un tanto raros y solo nosotros entendemos.

Así como yo también le digo Dam o Dami a Damien.

-Perdón. ¿Qué me decías?

-Te preguntaba si querías que te compráramos algo. ¿Algunos caramelos? ¿Chicles? Ya sabes, para el aliento. – La vendedora trata de aguantar la risa al escuchar nuestra conversación.

-No, gracias, pero tengo chicles en la mochila. De mentol, por si también quieres saber el sabor. – Le muestro una sonrisa irónica.

-Vale, salgamos de aquí y vayamos a afrontar la realidad. – Anna le pone fin a nuestra conversación.

Nos paramos en la puerta de la heladería y saco el celular para escribirle un mensaje, pero cuando lo estoy escribiendo, levanto la cabeza y lo veo.

Ahí está él. Parado en el medio de la acera y mirando al celular que tiene en su mano.

El final es el comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora