9.

502 33 2
                                    


9.

Chillo y salto por encima del sofá. Arthur se ríe y me sigue hasta su habitación. Me abraza por la espalda y caemos en su cama riendo como dos chiquillos.

Han pasado tres semanas llenas de sexo, locura y risas.

Arthur y yo hemos estado pegados como lapas y, además de vernos por la mañana en el trabajo, se ha convertido en una rutina que me acompañe a La Loba del Desierto.

Y también hemos pasado juntos todas las noches. Aunque yo siempre vuelvo a mi casa cuando él se queda dormido.

Esto no le gusta, pero me respeta.

Nos hemos conocido durante todos estos días, aunque él es el que más habla. Yo solo me limito a escucharlo.

Me encanta escucharlo: hablar, reír, gemir...

Cantar.

¡Cómo canta mi vecino!

Suele coger su guitarra cuando yo me preparo la comida antes de ir a La Loba y lo oigo encantada.

Y embobada.

Siempre he dicho que una guitarra le queda bien a cualquiera, pero es que a él en especial le queda que ni pintada.

Me tiro a su lado riéndome aún y siento su mano atravesar mi estómago para coger mi cintura.

—Me encanta verte correr desnuda por mi casa —murmura con la respiración entrecortada y me apoyo en mi costado para mirarlo a los ojos.

—Y a mí me encanta que me sigas desnudo por tu casa —respondo y su risa repiquetea por toda la habitación.

De repente, se levanta y va en busca de su guitarra, que está apoyada en una de las paredes de su cuarto.

—Quería cantarte una canción que encontré el otro día.

—¿De quién? —pregunto, sentándome, y él se acomoda a mi lado con el instrumento encima de sus piernas.

—Alejandro Sanz.

Me derrito al pensar en mi Alejandro, esa voz tan rasposa y maravillosa.

—¿Cuál es?

—Deja de ser hocicuda —replica y abro la boca con sorpresa.

—Creo que he sido una mala influencia para ti —farfullo, frunciendo el ceño, lo que lo hace reír.

—Déjame cantarte la canción.

Hago que me cierro una cremallera en la boca y Arthur pone los ojos en blanco.

Rasguea las cuerdas y comienza a tocar Desde cuándo. Muerdo mi labio inferior y mi corazón empieza a latir como un pura sangre.

Esa canción...

Ya no duele porque al fin ya te encontré.

Hoy te miro y siento mil cosas a la vez.

Mira si busqué, mira si busqué.

Tengo tanto que aprender.

Todo lo que tengo es tu mirar.

Interpreta el tema con mucho sentimiento y sin apartar ni un instante su mirada de la mía.

Mi sonrisa ya no existe y en cambio tengo una mueca de incomodidad en el rostro.

Él frunce el ceño y deja la guitarra en el suelo.

—¿Qué ocurre? —pregunta y trago saliva.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora