12.

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12.

Siento su estremecimiento y clavo mis ojos en los de él. Sonríe, apoya la cabeza sobre uno de sus brazos y murmura:

—Ese me lo hice cuando tenía veinte años.

Recorro otra vez el tatuaje que empieza en la cadera y termina casi a mitad de muslo. Es maorí. Me encanta.

—Te debió doler mucho... —Se encoge de hombros.

—Me gusta ese dolor.

—¿Y este? —pregunto, delineando un pájaro en sus costillas.

—Con dieciocho, fue el primero. —Por eso está menos brillante—. Para mí los pájaros son el símbolo de la libertad. Me independicé con esa edad.

—Qué joven —exclamo elevando mis cejas.

—Estaba harto del mandato de mi padre. Aunque, mira, terminé trabajando con él.

—Pero fue decisión tuya.

—Sí, me gusta la empresa familiar.

—No me has contado de qué va ese negocio —advierto, me apoyo en el codo para colocar mi rostro a la misma altura del suyo y él acaricia la mano que aún está en su torso.

—No importa —contesta y frunzo el ceño, a lo que Arthur sonríe—. Eres demasiado hocicuda.

—Y tú demasiado reservado.

—¡Pero si te he contado todo de mi vida! —exclama y me abraza, empujándome contra el colchón y haciéndome reír.

—No sabía que tenías un hermano —reprocho y él pone los ojos en blanco.

—Mike es un poco pesado —comenta y besa mi mejilla con delicadeza—. Y no tengo solo un hermano, son cinco.

—¿Cinco? —clamo disfrutando de sus labios sobre mi piel.

—Mmm-mhm —murmura y baja lentamente a mi cuello—. Cinco hermanos insufribles.

Cierro los ojos y muerdo mi labio inferior al sentir la suavidad de su boca en mi piel. De repente, se aparta de mí y lo miro con el ceño fruncido.

—Además... —añade con una sonrisa divertida—. ¿Por qué me echas en cara que no te haya contado que tengo hermanos cuando tú no me has dicho que cantas tan bien?

—No canto tan bien —rebato sonrojándome y él pone los ojos en blanco.

—Ya..., lo que tú digas.

—¡Eh!

Le pego en el hombro suavemente y Arthur se sacude por la risa.

—Venga, reina, no te me enfades —exclama acercándose a mi rostro—. Cuando te oí cantar hoy me quedé más que impresionado. Tienes una voz increíble, parecida a la de Christina Aguilera y Adele.

—Ellas son mucho mejores que yo —replico profundizando mi ceño—. Tanto en voz como en experiencia. Nunca podría ser ni un pelín como ellas.

—No, pero sí que tienes talento, igual o más que ellas. —Roza su nariz con la mía—. Y, en mi opinión, muchísimo más. Nunca he visto tanta complicidad con un escenario como la tuya, reina. Se nota que cantar te hace feliz.

—Y también unos churros para desayunar —exclamo con ironía y nos reímos.

—No es lo mismo, reina, así que no me cambies de tema. ¿Por qué no me lo habías contado?

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora