15.

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15.

Cierro la puerta con gran estrépito en sus narices y camino por el pasillo. Mis ojos se llenan de lágrimas de impotencia y todos me miran confundidos cuando entro en el salón.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Arthur, que es el primero que viene hacia mí.

Sacudo la cabeza y miro a mamá mientras Fran se acerca con preocupación. Me pregunta lo mismo que mi mexicano, pero yo no le presto atención, solo miro fijamente a mi madre.

Su gesto se vuelve serio y oscuro, asiente lentamente y rueda su silla hacia el pasillo. Corro detrás de ella y la detengo.

—¿Qué haces? —exclamo con la respiración agitada y ella me mira, tranquila.

—Pues abrirle la puerta.

—No quiero que lo veas.

—No pasará nada. —Me tranquiliza y siento su mano sobre la mía—. Lleva varias semanas pasando por delante de la casa, sé que tiene algo que decirnos.

—No me interesa lo que tenga que hablar con nosotras. Nos abandonó, mamá —profiero con desesperación y en ese momento Fran y Arthur llegan junto a nosotras.

—¿Quién es, pequeña? —pregunta el enfermero y trago saliva.

—Mi padre. —Mi mirada viaja hacia Arthur, que cuadra la mandíbula y busca mi mano.

La acepto con alivio y él la aprieta con firmeza.

—¿Qué hace aquí? —pregunta Fran y veo que aprieta los dientes con enfado.

—Eso es lo que intento averiguar —responde mamá reanudando su marcha.

Esta vez no la detengo y todos vemos cuando llega a la puerta, coge una gran bocanada de aire y la abre. Desde aquí solo la veo a ella, pero sé que se están mirando.

—Hola, Echedey.

—Eloísa —exclama su voz y contengo el aliento—. Qué guapa estás.

Aferro la mano de Arthur con demasiada fuerza, pero, aunque sé que le duele, él me devuelve el apretón.

—¿Puedo pasar? —pregunta mi padre y mamá echa su silla hacia atrás.

Contemplo cuando este traspasa el umbral de la puerta y sus ojos están sobre mí al momento. A pesar de mi actitud, estos le brillan y leo fácilmente el amor, la admiración y el cariño.

—Hola, yo soy Echedey Galdós.

Le extiende una mano a Fran y este se la estrecha con educación, aunque su gesto es todo menos educado y amable. Vaya, nunca he visto a mi amigo tan enfadado. Mi progenitor se gira hacia Arthur y se queda estático, como si de una estatua se tratase.

Frunzo el ceño y mamá se acerca presurosa.

—Arthur, este es Echedey, mi marido —dice tan tranquila y tengo tal nudo en la garganta que no puedo ni replicar.

Le diría muchas cosas a mi "padre", y muchas de ellas no muy bonitas, pero su repentina reaparición ha derribado todas mis barreras. Él era quien estaba en el coche que vi varias veces pasar por delante de esta casa, pero nunca pensé que se atrevería a bajarse y tocar a la puerta.

¡Tiene muchos cojones mi querido padre!

Mi chico estrecha la mano de mi padre y los dos se miran directamente. Observo su desafío y no entiendo muy bien por qué está sucediendo.

—Nira —susurra de repente y me saca de mis pensamientos. Frunzo los labios y le sostengo la mirada—. Estás hecha toda una mujer.

De repente, sus ojos se llenan de lágrimas y mi corazón sale disparado. Pero no por la tristeza, sino por el enfado.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora