21.

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21.

Cuando el despertador suena, gruño y lo apago al instante. Me levanto con el pelo revuelto y miro a mi espalda para ver a Arthur, pero me sorprendo cuando no lo encuentro.

Entonces oigo su voz y me dirijo al pasillo. Me detengo frente a la puerta del baño y pego el oído. Está hablando en inglés con alguien y está muy enfadado.

—Te lo he dicho mil veces, déjame en paz —gruñe y luego resopla con fastidio—. Supongo que eso lo tienes que hacer tú, no yo. Hasta luego, y por favor, no vuelvas a llamarme ni a mandarme mensajes.

Oigo que se mueve y rápidamente vuelvo al cuarto. Intento recuperar el aliento y controlar mi respiración acelerada para que no se dé cuenta de nada. ¿Con quién estaría hablando? ¿Sería con C?

Escucho la puerta y sus pasos en el pasillo. Alzo los brazos y finjo que bostezo. Aparece por la puerta y una sonrisa instantánea decora su rostro.

—Buenos días, reina, ¿qué tal has dormido? —pregunta, acercándose a mí y dándome un rico beso en los labios.

—Buenos días, mi vida. He dormido de fábula ¿y tú? —respondo y él acaricia mis cabellos.

—Mucho mejor que bien, cielo. —Coge mi labio inferior entre sus dientes y tirito entre sus brazos—. Reina, ¿tienes frío?

Sonrío con picardía y niego lentamente con la cabeza.

—Más bien, mucho calor —contesto y sus ojos se oscurecen por el deseo.

Me gira rápidamente, coloca sus manos sobre mi cintura y me empuja hacia la cama. Con un gritito de sorpresa, apoyo mis manos sobre el colchón y siento sus dedos en el elástico de mi tanga. Muerdo mi labio inferior y Arthur se inclina sobre mi espalda para pegar su boca a mi oído y preguntar:

—¿Lo rompo?

Con una mirada felina, clavo mis ojos en los suyos y asiento.

—Hazlo.

Al segundo siguiente, el tanga reposa destrozado sobre el suelo de mi habitación y los dedos de Arthur se abren paso por la abertura de mi vagina. Gimo y cierro los ojos cuando el ardor recorre mi bajo vientre.

—Me encantaría saborearte y jugar contigo, pero como tenemos prisa, será uno rapidito —indica detrás de mí y afirmo con la cabeza, loca por sentirlo de una vez.

Él se baja los pantalones y los calzoncillos hasta mitad de muslo y me embiste con fuerza y premura. Gimo sorprendida y siento cómo mi interior se acopla a él con facilidad. Aprieto los dientes, cojo en puños el edredón de mi cama y disfruto de las deliciosas, duras y certeras estocadas de mi malote.

Sus manos en mi espalda se meten por dentro de mi camiseta y la sube hasta que mis pechos son libres. Estimula mis pezones al mismo tiempo que la velocidad de las embestidas aumenta. Mi espalda se arquea casi imposiblemente cuando el orgasmo me domina, pero Arthur no se detiene, no para, no me da tregua y sigue sometiéndome con su pene durísimo.

Grito al sentir el temblor de mi cuerpo y me muevo al compás de Arthur, golpeando mis nalgas contra sus caderas. Eso vuelve loco a mi mexicano, que deja mis pechos, agarra con firmeza mi cintura y me empala con ferocidad y hambre.

El sonido de nuestras pieles chocando me acalora y no quiero que pare, no quiero que acabe. Las manos de Arthur suben a mis hombros y se empuja en mi interior hasta llegar al fondo. Boqueo como un pez cuando me quedo sin aire al sentirlo entero y firme en mi interior.

Lleva sus caderas hacia atrás y repite el movimiento, haciendo que pierda el aliento una vez más. Araño el edredón, no puedo ni gemir, y el clímax, uno realmente apoteósico, se adueña de mi cuerpo y hace que me retuerza con violencia.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora