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Pongo las tazas de café y los platos sobre la bandeja y me la coloco encima de las puntas de los dedos. Tarareo la canción que está cantando Arthur y me dirijo sorteando las mesas hasta la de Pepe.

Le sonrío dejando el café y el sándwich mixto enfrente de él. Me lo agradece mientras ojea el periódico y me giro hacia la mesa de al lado.

—Espero que disfruten.

Saco el bloc cuando veo a un hombre sentándose en otra mesa y me pongo a su lado con la bandeja debajo del brazo.

—¿Qué desea, señor? —El hombre me mira y sonríe amablemente.

—Déjame un café solo con sacarina y un croissant vegetal —pide y asiento al mismo tiempo que lo apunto—. Espera... —cuando exclama, me giro otra vez hacia él y le sonrío con educación.

—¿Desea algo más?

—¿Lleva mucho tiempo cantando ese joven en este bar? —pregunta mirando a Arthur y me encojo de hombros.

—No llevo la cuenta, señor.

—Es el hijo de Félix Díaz ¿cierto?

Al decir esto, frunzo el ceño y lo miro de arriba abajo.

—Es el cantante del grupo, señor.

—Pero es Arthur Díaz.

Alzo una ceja, cojo aire y me acerco un paso.

—Le repito: es el cantante del grupo.

El hombre me mira ceñudo y asiente secamente con la cabeza. Me doy la vuelta con los labios apretados y voy hacia la cocina para dejar el papel en el corcho.

—Raúl, hazme un café solo con sacarina —le pido y dejo la bandeja sobre la barra.

Miro hacia la mesa del hombre, el cual no deja de observar a Arthur y de apuntar cosas en una pequeña libreta que acaba de sacar.

Suspiro profundamente.

Es martes y ayer no dejaron de entrar periodistas con sus cámaras y sus micrófonos. Rafa los echó amablemente, impidiéndoles filmar o hacer preguntas a Arthur, que se escondió más de media hora en el cuartito. Algo parecido pasó cuando salió del bar.

Parece ser que han cambiado de táctica y pretenden sacar alguna información haciéndose pasar por clientes.

Pues conmigo lo llevan claro.

Pero todos saben que el hijo de Félix Díaz, el desaparecido Arthur Díaz, se encuentra en Lanzarote. Félix le pidió disculpas durante todo el fin de semana, pero Arthur declinó todas y cada una de ellas con la excusa de que su fama era así.

Mi mexicano lleva todos los días saliendo en los periódicos, tanto locales como nacionales. Me he dado cuenta de lo mucho que le molesta ese hecho, pues se queja de que se meten en su vida privada.

Y también que le carcome la idea de que eso me afecte a mí.

Le llevo su comida al alcahuete, que me mira con víboras en los ojos, y vuelvo a mi puesto. Contemplo a Arthur y sonrío al ver que me guiña un ojo.

¡Está para comérselo!

Sigo trabajando, vigilando al periodista, y me alegro cuando quince minutos después se marcha. ¡Espero que no vuelvas por aquí!

Arthur me llama para que suba al escenario y me quito el delantal mientras camino hacia él. Baja las escaleras con una sonrisa amplia y desearía darle un manotazo en el culo, pero sé que no puedo.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora