23.

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23.

Es jueves y también mi último día en La Loba del Desierto.

Es un mal día.

Un fatídico, horrible, oscuro y triste día.

Las chicas lloran cuando me ven entrar en el local y yo me estremezco, haciendo que Arthur me apriete contra su cuerpo.

—Tú puedes, reina. Piensa que esto no las separará para siempre —me anima con ese acento y yo intento sonreír, aunque me sale una mueca.

Me separo de él para acercarme a mis compañeras y las abrazo con fuerza a las dos. Ellas solo se dejan hacer y recibo sus sollozos y llantos con los ojos apretados.

—Chicas, por favor, no es el fin del mundo —les digo, pero ellas lloran y lloran sin parar.

Veo a Leo acercarse por el pasillo y sonríe con cariño mientras nos envuelve con sus brazos. Las chicas ríen por fin al sentirse apretujadas y se limpian las lágrimas de la cara.

—A ver, mis Lobas, necesito que estén contentas y a tope esta noche. Nira se nos va, pero no por eso el show debe terminar —exclama el jefe y las tres asentimos. Siento que Arthur me abraza por detrás—. Así que ahora mismo se van al vestuario, se cambian de ropa y salen a escena como todas las noches ¿de acuerdo? Sin malas caras, sin lágrimas y sin tristeza.

Las chicas y yo sonreímos y volvemos a mover la cabeza de arriba abajo. Finalmente, nos animamos y corremos al vestuario.

Me cambio de ropa junto a las chicas y sonrío al verlas reírse por unas boberías.

Fran sigue quedándose en mi casa, cosa que me encanta y me apena al mismo tiempo. Ya sabe que mamá quiere despedirlo, pero, con una valentía que me parece envidiable e imperiosa, ha hablado con mi madre para seguir trabajando para ella hasta que la recuperación termine y vuelva a caminar.

Mamá ha aceptado con la condición de que no se vuelva a quedar en casa y las cosas siguen así: Fran en mi apartamento y yo y Choni con mamá.

Mi amigo no ha vuelto a hablar conmigo de los sentimientos que tiene hacia mi progenitora, pero sé que está destrozado. Se lo veo en la cara cada vez que vuelve de estar con ella. Y lo más normal es que esté así.

Aunque me rompe el corazón, ellos son los únicos que pueden arreglarlo. Yo no tengo ningún poder ni derecho de meterme donde no me llaman.

Finalmente, salimos hacia nuestra zona de trabajo y la campana suena a los cinco minutos. Arthur me guiña un ojo mientras se va con su cerveza al fondo del local y sonrío cuando su mirada revisa a todos los hombres que empiezan a entrar en el local.

Está contento porque deje este trabajo. Sé que es por ese tiempo que vamos a tener de sobra para los dos, pero también tiene algo que ver mis bailes sensuales y los hombres que me miran, me gritan y me piropean con lascivia.

La noche comienza y junto a mis chicas, me lo paso pipa. Decido que no me emborracharé como le había advertido a Arthur, pues quiero estar pendiente de mis compañeras. Sus caras a veces se oscurecen con tristeza, pero las distraigo y consigo que sigan sonriendo.

Lo malo llega cuando las luces se encienden y me bajo por última vez de la barra, recojo por última vez con las chicas a mi lado y recorro por última vez el pasillo hacia el vestuario.

Noto que mis chicas están conteniéndose las lágrimas mientras nos cambiamos de ropa, así que hago bromas y me río todo lo que puedo para aligerar un poco el ambiente de ese olor a despedida que está tomando.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora