14.

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14.

Me despierto por el sol en la cara y me incorporo rápidamente sobre el colchón. Miro el reloj en el móvil de Arthur y veo horrorizada que son las nueve menos veinte.

¡Mierda, mierda, mierda!

De repente, el teléfono vibra y entra una llamada de C. Otra vez esa maldita letra. ¿Quién cojones es?

Estoy tentada de cogerlo para disipar mis dudas, pero sé que esta vez mi curiosidad me jugaría una mala pasada, así que silencio el móvil y me giro hacia mi chico.

Está durmiendo con tranquilidad y por un momento me quedo embobada contemplando su rostro pacífico, pero llegamos tarde a La Toscana.

Hoy es sábado, por lo que el bar abre un poco antes, a las nueve y media, y cierra también más temprano, a las ocho y media.

Lo zarandeo con suavidad y él gime al mismo tiempo que alza su brazo sobre mi cintura.

—Arthur, arriba —exclamo y él niega con la cabeza—. Venga, que llegamos tarde.

—No me levantaré, pero...

—Pero ¿qué? —pregunto con una sonrisa divertida.

Él sonríe sin abrir aun los ojos y murmura:

—Pero si me das muchos besos a lo mejor sí.

—¡Lo que te voy es a pellizcar! Levanta, marmota —profiero y me tiro sobre su cuerpo.

Él se queja y yo empiezo a hacerle cosquillas en la barriga. Oigo totalmente ensimismada su gloriosa risa y me uno a sus carcajadas cuando me empuja contra el colchón y ahora es él quien me las hace a mí.

Cojo sus hombros y tiro de él hasta que cae sobre mí. Arthur mete los brazos debajo de mi cuerpo y nos abrazamos con las respiraciones aceleradas.

—Llegamos tarde al trabajo, me tengo que duchar y tenemos que desayunar. Me encantaría quedarme todo el día así, pero no se puede —me lamento y él apoya la barbilla en mi pecho.

—Mañana libras ¿no? —pregunta y asiento—. ¿Qué harás?

—Aun no sé lo que voy a hacer hoy como para estar pensando en lo que haré mañana —replico con desenvoltura y él sonríe.

—Pues arriba.

Por fin nos levantamos y desayunamos juntos. Al llegar al salón para irme a mi apartamento, observo todas las rosas en el suelo y muerdo mi labio inferior al recordar lo que ocurrió anoche.

Arthur se apoya en la pared del pasillo y me contempla con una sonrisa hermosa. Me sonrojo y abro la puerta después de despedirme de mi chico con otra sonrisa igualmente grande.

Me cambio rápidamente, le doy muchos y rápidos mimos a mi perrita, le pongo comida y agua y luego salgo de casa. Espero a Arthur en el descansillo y a los pocos segundos sale de su apartamento mientras teclea en el teléfono.

¿Estará hablando con C?

Sacudo la cabeza y me quito esos pensamientos de la cabeza. Arthur me demostró ayer que solo está para mí, así que no debo de tener ninguna inseguridad.

Rápidamente, me mira, bloquea el teléfono, me sonríe y me extiende una mano. La cojo con una sonrisa avergonzada y bajamos las escaleras con los dedos entrelazados.

—Espero que tengas un gran día y dile a ese Raúl que se aparte de ti ¿de acuerdo? —exclama Arthur cogiendo mi cintura y yo me río.

—Igualmente, y sé cuidarme solita.

No te enamores de mi. (NTEDM 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora