Prólogo

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Nova Chrisalia no había cambiado nada durante los últimos quinientos años. Era, y siempre sería, el último resquicio de humanidad, civilización y planeta conocidos, o al menos eso me había dicho una chica llamada Lumina hacía ya unos años. Me dijo que no siempre había sido así, que el mundo antes había sido mucho más grande, extenso y lleno de vida, y que estuvo dividido entre un territorio natural llamado Paals (que era identificado como una tierra salvaje y cruel) y una tierra artificial suspensa en el aire conocida como Nido. Esas tierras no estaban regidas por la mano humana, tal y como se hacía en Luxerion, mi ciudad, sino que una especie de dioses (de los cuales me dijo un nombre muy raro que no era capaz de recordar) se encargaban de abastecerlos a todos a cambio de la más total sumisión. Sin embargo, un pequeño grupo se rebeló en su contra y consiguieron burlar su destino de morir completando una misión impuesta por esos dioses gracias a la compasión de la tan conocida diosa Etro. Sin embargo, ella murió por aquella acción y eso desató el Caos, un ente que no tiene espacio, ni tiempo, ni sentido. También me dijo que ese era al motivo por el cual ya nadie envejecía, el tiempo simplemente pasaba sin pasar, el día y la noche existían, pero no hacía mella en los cuerpos eternos de la gente. Por ello, con el fin del mundo, una nueva tierra prometida llegaría cuando el Redentor despertase de su letargo y, junto al dios Bhunivelze, salvarían nuestra alma y nos harían renacer.

Al menos, consideraba la primera parte de la historia una especie de cuento de hadas para niños pequeños, los cuales en este mundo solo tenían de pequeños el cuerpo, pues su mente había madurado como la de cualquier adulto. Era cierto, Nova Chrisalia no había envejecido en esos quinientos años, la gente podía seguir muriendo por enfermedades, accidentes, asesinato o suicidio, pero nunca por cumplir años, ni podían tener hijos, ya nadie nacía. Sin embargo, no era posible que eso fuese por la acción de humanos que se rebelaron contra dioses y ganaron, ni porque una diosa hubiese muerto; los dioses eran inmortales y omnipotentes, y algo tan frágil como un grupo descontento de gente no iba a derrotarlos.

-Buenos días, Eurielle – dijo una mujer desconocida para mí sacándome de mis pensamientos-. ¿Dando vueltas tan temprano?

-Sí, suelo pensar mientras camino. Además, tengo algunas cosas que hacer.

- ¡Ah, qué chica tan llena de vitalidad! ¡Ya no queda nadie como tú!

En mi interior, me pregunté quién diablos era esa mujer y si alguna vez me la habrían presentado. Sin embargo, no le di muchas vueltas, pues estaba acostumbrada a que la gente, incluso fuera de Luxerion, conociera al menos mi nombre, ya que algunos turistas también me reconocían. Paré junto a una floristería que regía Veinan, un hombre al que nunca se le borraba la sonrisa de la cara pero que, por alguna razón, me parecía algo vacía.

-Aquí está la chica más bonita de todo Luxerion. ¿Qué te trae por aquí, Eurielle?

-Hola, Veinan – respondí con una sonrisa-. Bueno... es que hoy hace doce años. ¿Tienes rosas del desierto?

-Claro, para ti tengo de todo, aunque esas son un poco caras, te lo advierto.

-No importa, solo me llevaré doce.

- ¿Una por año? – asentí-. ¡Dentro de quinientos me vas a hacer rico! – no respondí, y él me hizo un pequeño ramo-. Son diez mil guiles, muchacha.

Pagué con gusto las flores, las cuales me embriagaron de un aroma dulce y eléctrico (si es que la electricidad tenía olor) cuando las cogí. Atajé por un par de calles, siendo, como todos los días, saludada por la misma gente, conocida o no para mí. No tardé mucho en llegar a un camino de tierra que se iba ampliando poco a poco con cada paso que daba y, cuando llegué a la zona central de aquella parte de la ciudad, busqué unos nombres concretos entre las piedras. Nosthan y Vaelile Rhodrik, mis padres. Incluso doce años después, aún me dolía recordar esa noche. En la morgue, cuando analizaron sus cuerpos, me explicaron que no había indicios de violencia, envenenamiento o enfermedad; había sido víctimas del Caos.

Final Fantasy XIII: Mi RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora