Epílogo

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Apenas amanecía cuando desperté, lo cual me produjo molestia, aunque me recordó ciertos momentos de mi vida en Nova Chrisalia. Desde que todas las almas desembarcaron a ese nuevo lugar al que decidimos llamar Tierra, mi rutina solitaria se había vuelto a establecer. No había vuelto a ver a aquella mujer que me sacaba una sonrisa con un simple recuerdo. Supuse que, quizás, en alguna parte, ella se estaba intentando adaptar a un nuevo estilo de vida al igual que yo, y por eso no nos habíamos encontrado.

Abrí los ojos, molesta, descubriendo el motivo de que madrugase. Alguien tocaba a la puerta. Salí de la cama de un salto, pues no era lo normal para mí recibir visitas desde que no era especial en el mundo y se me pasó por la cabeza que, quizás, era aquella persona que solía despertarme a las seis de la mañana. Bajé corriendo las escaleras y, tras tomar un poco de aire, tuve el valor de abrir la puerta. Sin embargo, encontré a un niño de cabellera plateada mirándome, no aquellos ojos azules que tanto echaba de menos. Suspiré, decepcionada.

-Supongo que esperabas a alguien más – me dijo con una sonrisa paciente-. Sé que sabes mi nombre, pero aún no nos hemos presentado formalmente. Soy Hope, Hope Estheim. Encantado de conocerte estando bajo mi propia voluntad, Eurielle – me tendió la mano-.

-Encantada, Hope – le correspondí-.

-Seguro que quieres saber el motivo de mi visita, así que te lo explicaré. Todos caímos en diferentes lugares de este mundo, y llevo varios meses intentando encontrar a todos. He buscado en todo tipo de base de datos, aunque la más difícil de encontrar fuiste tú. Fang fue la más fácil, aún no se le dan muy bien las reglas y la han multado un par de veces – reímos juntos-. El caso es que estoy pidiendo a todos reunirnos, puerta por puerta, y me gustaría saber si quisieras venir conmigo.

-¡Por supuesto! Hay gente a la que echo mucho de menos y otra a la que estoy deseando conocer. Clai... Lightning me habló de vosotros. Pasa mientras preparo mis cosas, no te quedes ahí.

-¿Sabes? Puedes llamarla Claire delante de nosotros, no te avergüences por ello – me sonrojé violentamente-. De hecho, fue ella la que me pidió ayuda para encontrarte cuando toqué a su puerta. Te echa de menos, muchísimo.

-Yo también a ella. ¿Cuándo nos veremos?

-Esta tarde, en un parque de la ciudad vecina. Tendremos que coger un tren para llegar. Pero no hay prisa, está cerca y apenas tarda. La verdad es que estoy un poco nervioso, ellos son mi segunda familia. Light fue la que me salvó cuando más perdido estaba.

-Sí, conozco esa historia. Siempre ha estado muy orgullosa de ti – le sonreí-. Oh, eh, ¿quieres algo mientras esperas?

-No, gracias.

Subí a mi cuarto cuando dejé a Hope sentado cómodamente en el sofá. Le dije que se podía sentir como en su propia casa, y me alegró darme cuenta de que me tomaba al pie de la letra. Me quité la ropa y, sin preocuparme en ese momento por el orden, la dejé tirada en cualquier parte de mi habitación. Abrí el armario, indecisa. ¿Qué me pondría para ver a Claire? ¿Un vestido, o quizás pantalones? ¿Debería maquillarme, quizás?

- ¿En qué demonios piensas, Eurielle? – me llevé las manos a la cabeza-. Nunca has usado maquillaje – hablé conmigo misma-. Calma, es Claire, lo que a ella le gustaría ver es... a mí...

Entonces, una idea atravesó mi cerebro, y de inmediato supe qué hacer. Fui al baño, donde me di una larga ducha para tranquilizarme; el corazón parecía que se me iba a salir del pecho. Por suerte, dejar que el agua corriese sobre mi cabeza siempre conseguía tener ese efecto en mí y, más relajada, volví a mi cuarto para elegir ropa. Opté por unos vaqueros negros con una camisa. El pelo, simplemente, lo dejé suelto, y me di cuenta de que me había crecido desde la última vez que nos habíamos visto. ¿Ella habría cambiado?

Final Fantasy XIII: Mi RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora