Capítulo 21

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Subimos en el primer tren que llegó a la estación, sin pensarlo dos veces, pues el tiempo del Redentor cada vez disminuía más. Claire escogió el lugar más alejado, aunque, sorprendentemente, ese compartimento y los consecuentes estaban casi vacíos. ¿Por qué nadie iría a las Dunas de la Purgación? Tampoco debía ser un lugar tan malo. Dejé de pensar en ello cuando Claire se sentó junto a la ventana y me invitó a acurrucarme junto a ella. Su tacto era cálido y suave mientras sus brazos firmes rodeaban mis hombros. Me acomodé en aquel hueco, posando así mi cabeza en su hombro y sintiendo su mejilla en mi frente completando aquel abrazo. Suspiró, tranquila, y a mí se me escapó una ligera sonrisa que ella recibió con un sonrojo. No tardé en buscar su mano y estrecharla con la mía a la altura de su regazo. Así, en silencio y sintiéndome completamente protegida, admirábamos cómo cambiaba el paisaje, el cual pasó de ser vivo y alegre a yermo y seco. Conforme avanzábamos, las plantas se sustituían por arena y el sol cada vez estaba más cerca del oeste, buscando su lugar de descanso.

Bajamos del tren cuando las últimas horas de la tarde se cernían sobre nosotras, y el panorama que se podía observar tras salir de la estación era un enorme y monótono montón de tierra. Sin embargo, Claire se sentía muy segura de adónde iba, por lo que, dificultada por las cambiantes dunas, la seguí por aquel desierto. Hacía calor, tanto que empecé a sudar a pesar de que mi novia parecía tan fresca como una rosa del desierto. Pensé que, quizás, ella también lo sería, y una sonrisa tonta se instaló en mi rostro mientras contemplaba su espalda. No tardó mucho en darse la vuelta cuando me echó de menos y, observándome con su expresión neutral tan llena de vida para mí, me tendió una mano, dándome a entender que camináramos juntas. Ella aminoró su paso para adaptarse al mío, gesto que correspondí besando su mejilla. En ese momento, volvió su cara al otro lado y se sonrojó. Realmente la ponía nerviosa que hiciera esas cosas sin que las esperase.

La arena comenzó a desaparecer poco a poco, hasta que, a lo lejos, pudimos divisar la primera construcción que vimos en todo ese tiempo, aunque solo eran unas escaleras. Como supuse, nos dirigimos a ese lugar y, debido a la estrechez de los peldaños, me cedió el paso a mí primero y me siguió hasta el final. Sin embargo, aunque esperábamos encontrar un camino despejado, un fuerte viento cortaba el paso por el único lugar que se podía transitar.

-Esto no es natural... - dijo Claire pensativamente-.

-Y no lo es – respondió una voz masculina detrás de nosotras-.

- ¿Cuál es tu nombre? – demandó el Redentor tranquilamente-.

-Me llamo Adonis, un gusto señoritas – sonrió-. Me envían para pedirte un favor.

-Veo que no te andas con rodeos.

-Solo soy un mandado – se encogió de hombros-. El caso es que quieren que hagas desaparecer el viento.

-No puedo controlar el tiempo a voluntad.

-Oh, no, como bien has dicho, esto no es natural. Hace unos días, alguien robó un objeto de gran poder de esa lápida, y eso fue lo que lo desató. Pero, aunque lo encontrásemos, no podríamos usarlo. Ella dijo que era un objeto mágico de gran poder que solo tú podrías utilizar.

- ¿Ella? – pregunté extrañada-.

-Mi jefa. Sabía quién eras desde que pusiste los pies en tierra. Lo que no sabemos es quién eres tú, preciosidad – se acercó a mí, me cogió de la mano y me la besó-.

-Y seguiréis sin saberlo – lo empujó ligeramente dando a entender que debía apartarse-. Dile a tu jefa que venga ella directamente.

-Me temo que no puedo hacer eso, Redentor. Está muy ocupada estos días. Sin embargo, tendrías una oportunidad de verla si abres este camino. No tendría más remedio que recibir a la heroína que nos ahorra días de camino para llegar al pueblo.

Final Fantasy XIII: Mi RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora