Capítulo 30

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A excepción de mí, no había absolutamente nada en aquel lugar. A mis oídos llegaban cada vez con más claridad el sonido del acero chocar y los gritos de Claire. Sufría. Sin embargo, aquel sentimiento físico no se comparaba con lo que ambas experimentábamos en el alma; estaba feliz por haber podido tomar, por fin, las riendas de su vida, pero, al mismo tiempo, pude sentir miedo en alguna parte. Como si me llamase, comencé a buscarlo y, durante lo que me parecieron horas, caminé por aquel desierto lugar. Poco a poco, ese blanco impoluto que caracterizaba al alma de mi Redentor se fue oscureciendo, y fui consciente de que estaba llegando a lo más profundo, ese lugar que, a veces, ni los propios humanos conocían de sí mismos. Sin embargo, no había nada que me dijera que debiese detenerme pues, al contrario, esa sensación de ser abrazada por Claire me animaba a continuar, como si quisiese enseñarme todo de ella, como si, en ese momento, fuese yo quien le besaba el alma.

Pronto, percibí algo en la penumbra, pero no era una puerta, sino algo mucho más pequeño. Me acerqué atraída por esa figura y, con cada paso que daba, podía distinguir con mayor claridad que se trataba de una figura humana desnuda. Cuando estuve frente a ese cuerpo, la identifiqué como una niña encogida sobre sí misma, llorando asustada. Me agaché junto a ella, preocupada porque pudiese ser una de las almas que Claire rescató y que no pudo acudir al nuevo mundo, pero, cuando sintió mi tacto, se dio la vuelta para darme a conocer quién era. Lejos de cualquier cosa que podría haber imaginado, Lumina me miraba con unos grandes ojos rojos de llorar, pero conocía aquella profundidad en su mirada, la cual encontré quinientos años atrás en un palacio. Aquella niña no era Lumina, una fragmentación de mí Redentor, sino la propia Claire y el resto de su alma estancada en una niña aterrorizada.

-No...jes... – la veía mover los labios, pero su voz casi no llegaba a mis oídos-.

- ¿Qué?

-...ro...sola – comprendí una palabra, pero, ¿qué quería decirme? -. ...miedo... dejes...

-Jamás te dejaré, Claire. No tienes nada que temer – la acogí en mi pecho entendiendo lo que intentaba decirme-.

-Eurielle... - oí mi nombre en la distancia, pues la chica que tenía delante de mí no fue quien lo pronunció-.

Comenzó a llorar y yo, intentando tranquilizarla, percibía su voz cada vez con mayor claridad. En ese momento, ella se apoyaba en mi para desahogar toda la angustia que había acarreado durante más de quinientos años. Cuando pareció tranquilizarse, la cogí de las mejillas y nos miramos a los ojos. Sonreí al encontrarme con el rostro de la mujer que conocí, pues comprendí que ya no era una niña asustada en su esencia. La besé, a pesar de que aquello no se sintió físico en lo absoluto, pero percibí aquel calor reconfortante que sentí la primera vez que hicimos aquello por una apuesta en las Marcas Salvajes. Fue entonces cuando supe que no éramos nosotras las que nos besábamos, sino nuestras almas, y ya era incapaz de decir dónde terminaba mi ser y daba comienzo el suyo.

-No puedo hacer esto sola – dijo la misma voz que había dicho mi nombre, pero se sentía terriblemente cerca-. Ayuda...

Empujada por una fuerza muy por encima de mí, me vi tendiéndole la mano a Claire, la cual estaba atrapada en el Caos. A diferencia de lo que sentí en su alma, mi percepción era física. Ella aferró mis dedos, llorando, y me atrajo hacia sí para estrecharme contra sus brazos. Comprendí que, mientras había estado luchando, ella experimentó todo lo que hice en lo más profundo de su ser. Pero aquel momento duró poco y, para mi sorpresa, no era la única que me encontraba allí.

-Te hemos oído, Light, todos nosotros – miré en la dirección de la que procedía esa voz; Hope, Vanille, Fang y Snow eran los que nos tendían una mano-.

Final Fantasy XIII: Mi RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora