Capítulo 5

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Observé a mi paciente un rato hasta que, gracias al ungüento que apliqué en las heridas, despertó por su cualidad vigorizante, lo cual era un efecto secundario de la cicatrización. Le hice varias preguntas rutinarias, como cuál era su nombre o cuántos dedos veía en mi mano. Por suerte, me contestaba con coherencia y no parecía tener problemas de memoria con respecto a lo que le había pasado. Le ofrecí algo de comer y, como supuse por la forma en la que había llegado a mi casa, devoró todo lo que le di sin contemplación. Laina, como me había dicho que se llamaba, debía haberlo pasado realmente mal mientras estuvo secuestrada; atada y haciéndola pasar hambre hasta el borde de la muerte no le dio muchas probabilidades de escapar.

Cuando me aseguré de que Laina estaba bien, fui a avisar a las autoridades tal y como dictaba el protocolo, pues ella era esencial para culpar y encarcelar a sus secuestradores y así, por fin, eliminar aquella malvada secta. Salí de casa y, cuando localicé al capitán de la guardia, lo puse al corriente de todo lo que había hecho y el estado de la paciente, por lo que, lógicamente, me pidió unos momentos a solas con ella en mi casa para interrogarla tras saber que su condición era estable. Yo, mientras tanto, esperaba fuera, en la puerta.

-Esta noche es de locos. No solo pasa lo de la chica, sino que ahora han visto al Redentor yendo detrás del Caballero Oscuro.

- ¿No lo servían a él los Hijos de Etro?

-Sí y no. Según tengo entendido, lo hacían en su nombre, pero él no ordenaba nada. En cualquier caso, por muy Redentor que sea, esa chica va a acabar muerta. Nadie que se haya enfrentado a él ha sobrevivido.

- ¿Dónde los han visto? – dije un tanto alterada-. ¡¿Dónde?! – agarré al guardia por el cuello de la camisa-.

-En el Arrabal, ¿por qué te interesa tanto? – sin dar respuesta, salí corriendo-. ¡Eh, que es peligroso!

-Déjala, ya no te oye...

Corrí lo más rápido que pude hacia aquella zona y, para recuperar el aliento, de vez en cuando preguntaba a los habitantes si habían visto algo fuera de lo común o a una mujer guerrera. Por suerte para mí, no todas las respuestas eran negativas, por lo que, al final, me encontré en las afueras del Arrabal, sola. Nunca antes había estado allí, por lo que quizás no llegaría a tiempo para ayudarla.

- ¿En qué demonios piensas, Lightning?

Deambulé un rato por aquel sombrío lugar hasta que, a lo lejos, pude escuchar el inconfundible sonido que se producía al chocar el acero. De donde quisiera que hubiera venido el ruido, ella estaba ahí, y probablemente en peligro. Corrí con desesperación y, a medida que el sonido se hacía más intenso, también perdía la noción del resto de mis sentidos. Mi cuerpo solo reaccionaba ante ese estímulo. Finalmente, llegué a un amplio lugar entre las chabolas en construcción y, allí, pude ver a Lightning postrada en el suelo, y a su ejecutor a punto de atacarla. Como única reacción, corrí hacia ella y la rodeé con mis brazos bruscamente, lo cual hizo que ella se quedase estática y dejase de respirar momentáneamente. A nuestras espaldas, oí cómo se rompía algo y, tras ello, unos pies estaban inmóviles frente a nosotras. Lightning levantó la cabeza y, aún sin soltarme, me apartó ligeramente.

-Pero Noel... La profecía.

-Yo sé que Yuul no querría estar conmigo a costa de matar a otra amiga. Ella me dijo que algún día nos volveríamos a ver, y creo en ella.

Sin más palabras, aquel chico llamado Noel se fue tan discretamente como había llegado, pues, a pesar de que había oído su sobrenombre antes, no recordaba haberlo visto nunca en Luxerion. Lightning me apartó del todo para, así, poder levantarse y recoger sus armas. Yo hice lo mismo, sintiendo, de repente, miedo de decir cualquier cosa.

Final Fantasy XIII: Mi RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora