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Y... ¡SOY UN COBARDE!

No sirvo ni para robarle un beso a Angélica.

Hay algo que me carcome y es, ¿Por qué me puede ver y escuchar de vez en cuando?

Mejor salgo de aquí, antes de que se me ocurra la brillante idea de ponerme la ropa de ese tal Jackson y actuar como si fuera un ser humano.

Ya sé adónde quiero ir.

Está igual de hermosa, mi hermana Sofía. La observo dormir en su habitación. En una cama matrimonial. Con sábanas de seda. Y una hermosa y vistosa lámpara en la mesita de noche. El lado de su esposo, se encuentra desarreglado. Lo que quiere decir que está deambulando por la casa.

Salgo de la habitación y camino por todo el apartamento, pero no hay nadie... ¡Qué raro!

Observo las fotografías de mi hermana. La mayoría son de nuestra infancia. Recuerdo que éramos felices. No lo puedo negar. No nos faltó nada. Y no hablo nada más del nivel económico, sino también del aprecio.

Cuando papá nos dejó, no sabía que hacer con mi vida. Estaba desorientado, a pesar de que estaba encaminado con lo que tenía que ser cuando grande... No tenía ni la más mínima idea de porqué él me había hecho sacrificar gran parte de mi juventud estudiando y aprendiendo cosas para estar en la mejor universidad, y según él ser alguien en la vida. Mientras él simplemente se esfumó.

Sofi fue la que más sufrió. Ella era muy apegada a él. De hecho, empezó a tener novios mayores. La diferencia era notable. Por lo que mamá la llevó al psicólogo y le dijeron que era normal. Puesto que el mantener una relación con hombres mayores, se debe a que el subconsciente le pide esa figura de autoridad que nunca tuvo.

Raro, si me preguntan, pero así es la vida...

Un ruido me sobresalta y proviene de la parte de abajo del apartamento, bajo las escaleras y el esposo de Sofía está en la cocina con una copa de vino, revisando unos papeles.

Cuando estoy en una distancia considerable, puedo distinguir que se trata del periódico local. En la portada reza un enunciado:

ABIERTA INVESTIGACIÓN POR LA MUERTE DEL MAYOR DE LOS YIVCOFF 

¡Al fin algo bueno! 

Sí abren de manera oficial una investigación de mi muerte, significa que podré saber qué pasó conmigo. 

Porque sinceramente no recuerdo nada, ni siquiera sé específicamente cuando morí. 

Sí es que estoy muerto...

—Te he dicho que no deambules por la casa a éstas horas...—habla el esposo de Sofi.

Me doy vuelta y me consigo con mi hermana, un poco despeinada y por la expresión de su rostro está aturdida. 

—Dejé de sentir tu presencia en la cama... ¿Está todo bien, amor?

Se acerca a él. Pero el hombre parece tenerle asco, odio.

Mamá siempre desconfió de él. Incluso Steve. Yo como siempre estuve ocupado con las clases y el negocio familiar, pues ni siquiera me acerqué a su matrimonio. Lo supe unos días después, por parte de ella. Lucía muy feliz. Hace tres años cuando aquello pasó. Pero ahora...

—Bien, es solo que tengo insomnio, ya sabes... Lo de siempre. 

—Es por lo de tu hijo... La muerte de mi hermano te hizo recordar lo de tu pequeño —toma el periódico y unas lágrimas se deslizan por sus mejillas, acaricia mi fotografía— estoy segura de que están en un lugar mejor... Mejor que toda ésta mierda de vida. 

El esposo de Sofí bebe de un largo sorbo todo el vino que cargaba en su copa. Se pone de pie y camina hasta las escaleras, ella deja el periódico en la isla de la cocina y se dispone a seguirlo.

Cuando están lo suficientemente cerca, intenta tomar la mano de él, pero éste se sacude. Dándose vuelta y observándola con demasiado odio para mi gusto.

¡¿Qué carajos le sucede a éste...?! Esas no son formas de tratar a una mujer, y menos a mi hermana.

—Lo siento—, se disculpa ella mientras se encoge de... ¿Miedo?

¿Acaso Sofía le teme a éste?

Frunzo el ceño y los sigo hasta la habitación de arriba.

Retoman sus antiguos puestos en la cama, pero mi hermana no para de llorar.

Creo que se ha casado con un maldito. Y yo por estar pendiente de mi trabajo. De mis viajes...

De mis cosas...

Fui un ciego egoísta.

El celular de Sofi comienza a sonar y ella se sobresalta para tomarlo veloz. 

—¡Apaga esa mierda! —grita él imbécil. 

No lo consigue, está como loca buscando por toda la habitación.

—¡Ya voy! —su voz se quiebra.

Sigue repicando.

—¡TE DIJE QUE APAGUES ESO!

No sé como, pero me estoy molestando. Él no es nadie para gritarle a ella.

Sofía rompe en llanto y como puede articula palabra:

—¡No sé dónde está! Perdón...

La bestia, porque no se le puede llamar hombre, se pone de pie de un salto.

Mi hermana retrocede. Esa mirada es como de resignación. Me imagino que no es primera vez que le hace esto.

Se va acercando a ella y yo tengo que impedirlo, si con la chica rosa funcionó, estoy seguro de que con éste tipo también. Me coloco cerca de la escena y hablo:

—¡DÉJALA EN PAZ!

Nada.

¡Maldita sea! 

No sirvo para nada.

Sofía llora como una bebé desesperada. Tengo que hacer algo, mierda...

—¡ALÉJATE DE ELLA, DEMONIOS!

La luz parpadea, pero solo eso... Más nada.

Nada.

La toma por el cuello y sus ojos se ponen rojos. Las lágrimas salen con más furia.

Hasta yo, que no respiro puedo sentir como mi hermana está perdiendo el aire. Me siento ahogado, claro es en sentido figurado. 

No pienso ver esto. Ya está apunto de amanecer y no quiero ver como éste imbécil le hace daño a mi hermana, sin yo siquiera poder defenderla. Así que giro sobre mi y camino hasta la puerta, con la rabia que siento, hago el intento de tomarla y como quisiera dar un portazo para que sepan que estoy aquí...

Y...

A que no adivinan quién acaba de dar un portazo...

No saltes, yo te amo💖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora