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—¿Estás segura Angélica? Puedes venirte a la casa, con nosotros

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—¿Estás segura Angélica? Puedes venirte a la casa, con nosotros...—insiste mi tía Luz. Yo niego con la cabeza.

Ya estoy afuera, frente a mi casa.

—Estaré bien. Lo prometo, en unas horas será la cremación, y todo esto terminará—. Dije convencida.

O intenté sonar convencida para ellos. Ni yo misma me lo creo, ahora es cuando todo comienza para mí, una nueva vida. Y ahora es sin mi mamá.

—De acuerdo, cielo. Puedes llamar y estaremos para ti. En cualquier momento, ¿Vale?

Asiento. Estrecho su mano y me despido de ellos dos, Mariana está dormida en la parte trasera del auto. No resistió. Demasiado por una semana. Y yo, solo espero que me pase lo mismo que ella al entrar a casa, ojalá me adentre en un sueño profundo del que solo me despierte la alarma...

Ojalá, porque la verdad no sé hasta cuando podré soportar. 

Me di una larga y caliente ducha, volví a llorar mientras el agua corría por mi cuerpo. Supongo que el impacto de todo esto no dejará que mi mente se despeje, al menos no rápido. Tampoco me puedo pedir mucho, porque quién se ha muerto no ha sido cualquiera. Sino mi madre. Y ahora me encuentro en mi habitación, recostada de la cama, observando a la nada. No hay un punto fijo en el que pueda observar, ya que toda mi habitación se encuentra repleta de recuerdos. Aunado a ello, el silencio de mi casa me sofoca. Mis pensamientos me atropellan de una forma abrupta. Siento que me falta la respiración. 

Necesito aire. 

Aire limpio.

Salto de la cama y me coloco las pantuflas, aunque pronto no las voy a necesitar. Bajo hasta la sala. Y retiro el seguro de la puerta, el frío aire de la madrugada, pronto amanecer choca en mis mejillas. Mi cola de caballo, ya deshecha se mueve por la brisa. El silencio que emana me llena de paz.

Al salir de casa camino directo al puente. Ese pequeño puente dónde todos los niños de éste pueblo, jugamos alguna vez. Hasta que fuimos creciendo, y todo se tergiversó. Cambiamos, algunos para bien, otros para mal. Muchos se avergonzaron de ésta zona del pueblo, y dejaron que todo cayera en el olvido. Éste puente que tiene tanta historia conmigo y mi familia. Al que juré no acercarme jamás. 

Me encuentro de pie, en el puente. Caminé como si me lo hubieran ordenado. Todos los movimientos que hago me parecen tan ajenos a mi, que no estoy segura de estar en mi cabales, pero sí estoy segura de lo que voy a hacer. ¿Irónico, no?

La calle está sola. Hace mucho frío. Debí haber buscado un abrigo, aunque al igual que con las pantuflas. pronto no lo necesitaré. Cierro los ojos y dejo que la helada brisa choque en mis mejillas una vez más. Éste gesto hace que las lágrimas que estoy derramando de manera involuntaria, jueguen a congelarse, pero no me preocupo porque también pronto dejaré de sentir. Extiendo mis manos, como la estatua de Cristo redentor, de río. Sintiendo la brisa helada crear un escalofrío en todo mi cuerpo.

Hay muchísima paz en éste instante.

Todavía con los ojos cerrados, decido hacerlo, sí mamá tuvo el valor...

¿Por qué yo no habría de...?

Son tantas cosas malas con las que cargo ahora, mucha mierda. Y no solo ahora, desde hace tanto tiempo.

La desgracia me persigue, y con solo un salto como lo han hecho ellos, podré arreglar todo.

Avanzo hasta el barandal, mis pisadas retumban en la vacía calle y me posiciono del otro lado de esa cerca metálica del puente, quedando de pie en un borde de menos de seis centímetros. Me sujeto del oxidado metal para no perder el equilibrio aún, sin abrir los ojos todavía, respiro profundo pero todavía el aire me asfixia. Ya sé que suena ilógico, pero en serio es así. Y justo cuando estoy a punto de dejarme caer algo me detiene...

Una voz, en mi oído.

Abro los ojos de golpe, veo en todas las direcciones, pero no hay nadie. Ha de ser mi subconsciente haciéndome pasar un mal rato. Todavía tengo la esperanza de no escuchar cosas, de no ver fantasmas. Y claro que es así. Eso no es un don, es una desgracia.

Retomo la misión. Tengo que ser feliz, ya no me queda nada ni nada aquí.

Respiro profundo. Me armo de valor por segunda vez, porque para hacer esto... Para dejarte caer, morir... Se necesita muchísimo valor, no piensen que es un acto de cobardía porque no, no lo es. Y justo cuando me voy a dejar caer...

¡HEY! ESPERA... NO SALTES.

Tengo los pelos de punta y no es por el frío de la noche.

No saltes, yo te amo💖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora