—¡Tienes qué comer!— dice por cuarta vez Jackson.
Si antes me caía mal, imaginen ahora. Pongo los ojos en blanco y me tumbo otra vez en el mueble de la sala. Tomo una revista y la uso de abanico.
—Déjala ahí. Comeré mas tarde. Suficiente con la comida de ese horrible servicio médico. Suficiente con que hayas comprado todo eso para mí nevera...
Señalo las bolsas que se ven en la isla de la cocina. Al parecer, hace meses olvidé hacer las compras. Pero con tantas cosas, ¿Quién iba a estar pendiente de comida?
—¡Anda! —retira dulcemente mis pies y ocupa el mismo sillón en donde los tenía extendidos— Come algo, solo un poco, así me podré ir más tranquilo. ¡Por favor!
Esto me trae recuerdos.
¡Maldita sea!
—Comeré esa fea pasta, y te irás de aquí, ¿trato?—asiente sonriente.
Rodeo mis ojos. Me siento, y tomo el envase en donde está servida aquella divina pasta. Es de mi Restaurante favorito. Pensaba que él ignoraba aquellos detalles de mí.
Sostengo el cubierto con mi mano derecha y empiezo.
☪☪☪
Jackson se fue a las siete de la noche. Cuándo dejó la cocina en perfecto orden. La comida ordenada en la nevera. Me hizo ducharme y me dejó guardado en el microondas un sándwich de atún. Se despidió como tres veces y prometió llamarme mañana al despertar.
Cosas que jamás hizo mientras éramos novios. ¡Miento! Al principio lo hacía, después...
Suspiro.
Paso por la sala de la casa con mi taza de infusión humeante y tomo mi celular. Apago la luz y me dirijo a las escaleras. Es hora de dormir. Y mañana será momento de retomar el trabajo.
Aquella cafetería por la que papá y mamá tanto trabajaron. El mismo trabajo causante de todos mis males, y los de ellos.
Entro a mi habitación y acomodo mi cama. Las sábanas las dejé en perfecto desorden. Una vez lista con la taza vacía, me tumbo en la cama, buscando esa posición perfecta para poder dormir a gusto. Estoy muy cansada, y ese tratamiento que han pasado por mis venas estoy segura de que tiene algo para dormir, porque estoy decaída desde que salí de allí. También debo culpar a esas infusiones de té que me han recetado.
Me acurruco entre las sábanas y las almohadas. Mi cama está realmente divina. Comienzo a hiperventirlar, mi corazón está acelerado, hace ¿calor? Pero eso no me detiene. Enciendo el aire acondicionado.
Antes de caer profunda echo un vistazo al espejo de mi habitación, solo por instinto. Y la piel se me ha puesto de gallina. Mis ojos parecen salir de sus cuencas en cualquier instante, al igual que mi corazón lo hará de mi pecho. De hecho el corazón está latiendo como loco...
Y el grito que dejé salir de mis labios, a continuación, hace de la escena la más escalofriante y tétrica que haya presenciado jamás.
Hay alguien en la puerta de mi habitación. Luce horrible, pálido, su cuerpo está golpeado. Pero lo que me inquieta más es que yo lo conozco. Lo he visto. Giro la cabeza en dirección a la puerta y no hay nadie. Grito otra vez, de regreso al espejo y allí está. Vuelvo a gritar desesperada.
De hecho no se cómo ni de dónde he sacado fuerzas para los gritos, porque estoy helada del miedo.
Volteo otra vez al espejo, y ahora no veo a nadie.
Salto de la cama como sino fuera yo quien manejara mi cuerpo, estoy temblando de pies a cabeza. Mi corazón saltará de mi pecho en cualquier instante y se irá a otro país. Tomo mi celular. Bajo corriendo las escaleras tropezando todo lo que tengo a mi paso, abro la puerta de la casa, de golpe. Busco en mi celular el número de Jackson.
Marcando...
—¿Angélica? ¡¿Estás bien?!
—Y-Yo... Lo vi...
—¿Qué sucede cariño?
—Está aquí. ¡Hay alguien aquí! —sollozo.
No tengo idea de cuándo comencé a llorar.
—¡Cálmate! ¡En seis minutos estoy allá!
Sí, Jackson, mi exnovio. Vive a escasos minutos de mi casa.
Finalizo la llamada y me dejo caer en el camino de piedras en el jardín que da para mi casa, con las piernas cruzadas en el suelo como lo hacen los indios. Sé que ésta zona del pueblo es un tanto peligrosa. Pero le tengo menos miedo a estar aquí ahora.
Ese chico definitivamente era real. Yo lo vi y puede estar en cualquier sitio de la casa. Porque, yo salí disparada y nadie ha salido después de mí.
Espero a Jackson, ya faltan dos minutos.
Tomo mi celular y paso fotos sin cesar, solo para hacer algo. Pero realmente no estoy prestando atención a nada de mi teléfono, siento que alguien me observa, tengo miedo. Hay alguien detrás de mi, yo solo sé...
—¡Es el chico del cementerio! —al fin lo descifro.
—¡Sí! Lo soy...
Me giro de golpe a mi lado derecho, que es dónde escuché aquella voz. Y no hay nadie. Me levanto del camino lista para salir corriendo, porque mi garganta ya se contagió de miedo y ya no puedo gritar, pero una mano me sujeta.
—¡Hey! Estoy aquí, ¿qué sucede?
—¡JACKSON!
Me aviento hasta él. Y lo abrazo. Fuerte. Es lo que necesitaba.
Lloro con fuerzas en su hombro y éste me consuela. Tristeza que no haya estado ahí cuando más lo necesité. Mayor tristeza todavía, que él fue causante de unas lágrimas, iguales o peor de dolorosas.
Cuando me logro calmar, me separa de sí.
—¿Todo bien ahora? —asiento—. Vamos adentro.
Comienza el rumbo directo a casa. Dudosa lo sostengo con fuerza por el brazo. Éste se da vuelva y me mira directo a los ojos:
—¡Estoy aquí! Tranquila.
—Bien.
Caminamos tomados de la mano hasta la casa.
Jackson revisó cinco veces cada lugar y espacio de la casa. Nada. No había rastros de nada. Solo mi cama permanece desordenada por la carrera que acabo de dar. Apenada, me siento en la orilla de la cama, observando fijo a mis pies.
Él me hace compañía en la cama.
—¡Está bien! Es normal. Llevas mucho estrés...
Pasa su mano por mi hombro, hasta la espalda, con delicadeza. Niego con la cabeza. Yo sé lo que vi.
—Yo lo vi. Estaba aquí, el mismo chico del cementerio —Jackson bufa.
Debe estar cansado de semejantes tonterías.
—Lo siento, Jackson. Deberías irte, mañana debes trabajar.
Él se levanta de la cama. Y hace ademán para irse. Pero se regresa, tiende su mano frente a mi, subo la mirada y lo observo directamente a los ojos.
—¡Ven a mi casa! Está todo bien.
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No saltes, yo te amo💖
RomanceNo saltes... ¡Yo te amo! Angélica Stanley. Sam Yivcoff. Dos personajes que tienen poco en común, pero la vida se encarga en hacer que se encuentren... ¿Más allá de la muerte? Sam cree que su misión, luego de...