Camina acelerado entre la penumbra de la noche. No corre porque se siente cansando. Sí. Sam Yivcoff está recuperando el sentido. Es por eso que tiene afán de ver a Angélica.
Tiene que hacerle una petición.
Sabe que probablemente ella estará enojada apenas lo vea, porque la dejó sola con Steve y Jackson.
¿Cómo se le pudo olvidar que él conocía a Jackson?
¿Cómo hay tantas cosas que él ignora?
¿No se supone que los espíritus se llevan todo lo vivido consigo?
Traspasa la puerta de la casa de su chica rosa. Y sube las escaleras. Por alguna extraña razón, hace ruido en el suelo.
Ella de inmediato aparece en el pasillo con un bate en la mano. Y al verlo, lo deja caer en un golpe seco. Sam le ofrece una sonrisa corta. Pero en serio, se siente cansado.
—¡Ah! Eres tú —dice ella intentando disimular la alegría de saber que sigue bien.
—Sí, soy yo. Te faltó poner la cara como el emoji de carita feliz de WhatsApp.
Angélica se encoge de hombros. Está en una guerra de poder. El poder mental, con el poder sentimental.
Se da la vuelta y regresa a su habitación. Sam la sigue. Nota, que para ser de madrugada. Ésta todavía no está durmiendo.
Al contrario. Tiene la luz encendida y muchos libros y cuadernos regados en todos lados.
Un bolso de color naranja con cuadros negros abierto.
Y muchas cosas con apuntes y garabatos de todos los colores.
—¿Estudiando?
—Sí, el lunes debo regresar. No sabía que era tan pronto.
—¿Viste eso? Hice ruidos en el suelo de tú casa.
Ella le regala una sonrisa de medio lado.
—El día que no me des un susto, dejarás de ser Sam...
Él, toma asiento frente a ella. En un sofá con forma de tacón. El cual había ignorado, hasta hoy. De hecho, Sam había ignorado muchas cosas, solo se había concentrado en volver. En descubrir quién lo asesinó, o en éste caso, quien intentó hacerlo.
Observa a Angélica. Quizás sea la última vez que lo haga.
Llevan toda la tarde intentarlo reanimarlo. Y cada vez se siente más lejos de ella.
Está sumida en una enorme enciclopedia. Su negro y largo cabello está enrollado en una coleta mal hecha. Tiene rastros de tinta en sus mejillas. Y un camisón gigante con las siglas de la universidad.
—¿Qué sucede? —pregunta ella. Puesto que no puede pasar desapercibida las miradas de su compañero fantasma.
—No es nada. Pero, sí quisiera pedirte algo.
Ella frunce el ceño y cierra el libro, dejando un lapicero para marcar la página dónde está. Se acomoda en la cama y envuelve una almohada entre sus piernas.
—Soy toda oídos, también tengo algo que contarte. Y necesito que me ayudes en una tarea... Pero, adelante, tú hablaste primero.
Observa atenta a Sam.
Su mirada está perdida.
Luce cansado.
Ya no tiene hematomas en su cuerpo.
—Necesito que le digas a alguien de mi paradero.
Angélica se pone rígida.
—Me estás pidiendo algo delicado. ¿Cómo podría yo informar de tú paradero sin parecer sospecha?
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No saltes, yo te amo💖
RomanceNo saltes... ¡Yo te amo! Angélica Stanley. Sam Yivcoff. Dos personajes que tienen poco en común, pero la vida se encarga en hacer que se encuentren... ¿Más allá de la muerte? Sam cree que su misión, luego de...