CAPITULO VIII : EL DESPERTAR

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La plantación de maíz prosperaba rápidamente, Thillbert se sentía satisfecho porque todo parecía indicar que una vez más tendría éxito, sin embargo esa satisfacción contrastaba con el caos que reinaba en su corazón. Le molestaba sentirse así, él que siempre había tenido el control en cada situación, se sentía disminuido en su fuerza cada vez que veía a Aleksa deambular por el arroyo o corriendo con los niños de la villa de un lado a otro. El despertar de esos sentimientos lo estaba volviendo loco, trataba de disimular al máximo lo que sentía, pero cada que enfocaba ese rostro le daba la impresión que sus emociones se dibujaban tan claras como un retrato, así que se turbaba y e inmediatamente desviaba la mirada.

Una mañana después de revisar los libros de contabilidad salió a caminar por la plantación, observó las plantas y a sus labriegos que se esforzaban al máximo por cuidarlas, luego siguió andando y llegó al frío arroyo. Allí la encontró, sola y sentada en el viejo tronco mirando absorta el paisaje; al parecer ella ni se percató de su presencia, pues no dijo una palabra. Contrariando su voluntad se acercó aún más, la miró fijamente y dijo:

- Buenos días pequeña, ¿puedo preguntaros qué hacéis aquí tan sola?- siendo sumamente amable al decirlo.

Aleksa se sorprendió, era la primera desde que se conocieron que él era cortés al hablarle, tal vez fue por eso que bajó la guardia y con la misma cortesía le respondió:

- Buenos días mi señor, sólo observo el lugar, desde que tengo uso de razón me ha gustado venir aquí, estar en contacto con toda esta belleza me hace feliz y así me olvido del mundo y sus pesares.

Él se acercó más y seguía viéndola fijamente al oír sus palabras, Aleksa había notado que de un tiempo para acá él la miraba insistentemente, aunque siempre desviaba sus ojos cuando ella intentaba mirarlo de vuelta; a veces le parecía gracioso, pero en otras ocasiones esa mirada penetrante lograba ponerla nerviosa, especialmente porque ella también lo miraba con un extraño e inusitado interés; lo veía casi todos los días en su camino a la plantación montando su bello caballo negro, con su porte elegante y algo desdeñoso. Hasta iba los límites del cultivo y se escondía tras los arbustos para verlo en sus esporádicas rondas, pero ese era su secreto y nadie debía saberlo... escuchó cuando él le dijo suavemente:

- Si, ahora sé a lo que os referís cuando habláis de la belleza de este lugar.

- No lo entiendo mi señor, su actitud...su mirada, todo usted es un acertijo. A veces creo que lo conozco y otras veces siento que es un perfecto extraño.- le dijo ella mirándolo a los ojos

- No hay misterio alguno en mi vacía existencia, pequeña. Solo soy un hombre más que vive, sueña y ama.- respondió él con la voz enronquecida

Aleksa sintió un raro estremecimiento al escuchar su respuesta, y sin saber por qué, le dijo en voz baja y hasta con picardía:

- Eso habrá que comprobarlo.

Entonces sus miradas por fin se encontraron y por un instante toda la historia de rencor y venganza previa se esfumó: Aleksa reparó por primera vez en sus ojos y en ese raro color que no podía descifrar. Sabía que esa mirada escondía un pesar muy grande y hasta sintió ganas de preguntar de qué se trataba; por su parte Thillbert empezó a temblar y su corazón saltaba en medio del pecho, aunque ya conocía de sobra aquella cara siempre le sorprendía cuánto le gustaba. Avergonzado hasta la médula le dio la espalda, ella esbozó una sonrisita y le preguntó:

- ¿Os sucede algo?

- En lo absoluto, solo estoy un poco acalorado, eso es todo.- balbuceó él.

LIRIO SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora