CAPITULO II: MALAS NOTICIAS

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Poco después que terminó la cosecha se extendió el rumor en la villa de que un gran señor estaba interesado en comprar terrenos en Leipzig para cultivar un cereal que provenía de América; aquellos en cuya palabra se podía confiar afirmaban que al mentado aristócrata le había encantado aquella ciudad ubicada en un fértil valle, lo que aún se ignoraba era en qué pueblo se daría la compra ni el nombre del afortunado con quien se sellaría tamaña negociación. Mientras el rumor se desmentía o se confirmaba todos en la ciudad seguían viviendo su vida normalmente; en la pequeña villa Aleksa veía a su padre deprimirse cada día más, ya no le importaba que el trabajo se acumulara ni las amenazas del comerciante por sus retrasos.

Y mucho menos le importaban las súplicas de su hija, quien no se cansaba de pedirle que saliera de ese mudo y frío letargo, la chica sabía que su padre solo deseaba una cosa: reunirse de una vez y para siempre con su amada esposa en el más allá. Movida por el amor y la preocupación fue a la iglesia a hablar con el padre Charles, al llegar lo encontró leyendo un voluminoso libro que hablaba, según dijo él, de la clasificación de las especies en la naturaleza. Aleksa desahogó sus preocupaciones y le pidió ayuda para su padre, el compasivo hombre después de oírla le dijo:

- Debéis ser paciente con él, está en una edad muy difícil para cualquier persona. Ve que se está haciendo viejo, está sin su esposa y su hija cada día tiene más responsabilidades. Se siente inútil, vuestro deber es hacerle ver qué es lo contrario, vos lo conocéis, motivadlo a retomar su vida.

Un poco más tranquila regresó a su pequeña casa, preparó la comida y la dejó servida para cuando su padre volviera del mercado. Mientras tanto se sentó en la entrada y vio a su vecino Otto que se acercaba, al llegar este le comentó:

- ¿Ya oíste el último rumor? Se dice que es en esta villa donde el noble va a comprar sus dichosas tierras para su condenado cultivo.

- No me sorprende, después de todo estas son tierras buenas, solo espero que el flamante dueño no eche a la calle a los que vivan ahí.- respondió ella

Al día siguiente el pueblo estaba extrañamente agitado, la gente iba y venía, hablaban por lo bajo y no se atrevían a ver directamente a la cara al hombre que cabalgaba en compañía del dueño de las parcelas donde Aleksa y su padre vivían y trabajan. Este hombre tenía una expresión desdeñosa e indiferente y ojos fríos y duros como piedra, se notaba que no estaba cómodo en medio de todas esas personas a las que veía casi que por debajo del hombro. Mientras cabalgaban en dirección al terreno, el hombre observaba las casas, los animales y la pequeña iglesia que se veía derruida por el paso de los años y los embates del clima.

Como buen citadino le desagradaba el olor de los animales y la aparente suciedad donde aquella gente vivía, pero trató de disimular su disgusto porque ante todo era un hombre educado y decente. Cuando por fin llegaron a la propiedad solo pudo divisar una pequeña cabaña, la puerta estaba abierta pero parecía que no había nadie en su interior. El dueño le pidió que esperara mientras él iba a buscar al artesano que vivía ahí con su hija para que los guiara a través del terreno.

Al quedarse solo se bajó del caballo y exploró la casita, luego salió a caminar hasta que llegó al arroyo y vio una escena que no supo si le producía estupor o molestia: una jovencita practicaba (o al menos lo intentaba) lucha con un alto hombre que le doblaba la edad, él le daba indicaciones que ella obedecía al pie de la letra, y, de un momento a otro vio como lo derribaba con una fuerza apabullante viniendo de alguien tan pequeña y aparentemente frágil. Oyó las carcajadas de ambos y al hombre felicitándola por su progreso.

Se retiró indignado, ¡¿cómo era posible tal falta de modales y sentido común?! Una mujer decente jamás se pondría a la par de un hombre, ¿qué clase de padre instruía a su hija así? pensó mientras volvía a la cabaña. Un rato después el hacendado apareció en compañía de un hombre bastante mayor, los presentó y le ordenó que lo llevara a conocer las tierras; el anciano accedió pero les pidió que lo dejaran avisarle a su hija para que esta no se preocupara si no lo encontraba en casa:

LIRIO SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora