CAPITULO XXVII : REENCUENTRO

156 16 11
                                    

- ¡No puede ser!- el grito retumbó en el castillo y muy seguramente en la villa entera.

Al oírla la espada de Riven cayó al suelo y corrió a ver que sucedía, encontró a Aleksa con el rostro cubierto de lágrimas y al ver al sujeto frente a ella, casi se va de espaldas por la sorpresa: ¡era von Steinmeier! ¡Había llegado hasta allá en busca de ella! La joven lo miraba incrédula y no se atrevía a dar un paso por miedo a comprobar que estaba alucinando, por su parte Thillbert quería acercarse pero temía que la impresión que le había causado fuera a perjudicarla de alguna manera. Finalmente ninguno de los dos pudo más y todo el amor contenido durante tanto tiempo se desbordó: Aleksa empezó a reír como loca e iba en dirección a él con los brazos abiertos, se abrazaron con emoción mientras el alto hombre dejaba escapar lágrimas de felicidad. En medio de su llanto le dijo:

- Mi amor, mi gran y dulce amor, aquí estoy, vine por ti y por nuestro hijo. Cabalgué por días, jamás voy a permitir que te aparten de mi lado otra vez... ¡te adoro, hasta el fin de mis días te amaré!- y la colmaba de besos que ella no dudaba en corresponder

Aleksa estaba en un estado muy parecido a la locura, solo que esta vez no dolía sino que por el contrario le henchía el corazón y el alma de felicidad; simplemente no podía creer que él estuviera ahí diciéndole que había vuelto por ellos, no podía creer que ahora sí sería feliz de verdad. Lo abrazó con toda la fuerza que contenían sus delgados brazos y lo besó con ansia, amor y deseo. Luego se contemplaron el uno al otro, repararon en sus rostros que ahora eran más visibles por la suave luz del amanecer: en esos momentos no había un mejor lugar donde pudieran estar ni una alegría más grande que la que sentían ellos.

Repentinamente cayeron en cuenta que no estaban solos, Aleksa miró a su alrededor y vio a Paulus que espada en mano había salido al escuchar la conmoción en el patio, y a Riven, quien tenía una expresión de profunda tristeza que le arrugó el corazón; se soltó del abrazo de Thillbert y se acercó a él diciéndole:

- Mi querido Riven, no sabes cómo me duele no haber podido darte lo que esperabas de mí pero no puedo engañar a mi corazón, él ya eligió con quien quiere estar y yo no puedo luchar contra su designio. Te quiero mucho, no tienes idea de cuánto, pero aquí se separan nuestros caminos, gracias por todo lo bello que me diste, por ser la luz de mi mente y mi amigo incondicional.- y lo abrazó y le dio un tierno beso en la mejilla como despedida

El archiduque la miró con los ojos empañados, pero en su linda cara se dibujó una comprensiva sonrisa, le devolvió el abrazo y con voz clara respondió:

- Gracias a ti por mostrarme un lado de la vida que no conocía, y por darme el gozo de saber lo que es amar a alguien de verdad. Siempre estarás en mi mente y mi corazón, donde quiera que vaya, llevaré conmigo el recuerdo de mi bello lirio.- y dirigiéndose a Thillbert:

- Espero que ahora si ponga toda su devoción y empeño en hacerla feliz, porque si no, regresaré de París y me aseguraré que lo haga, por las buenas o por las malas. Se lleva consigo un tesoro y como tal quiero pedirle que la proteja. Les deseo lo mejor en esta nueva etapa que están por iniciar.

Paulus y Otto, que al último momento fue a despedirse de Aleksa, observaban la escena conmovidos, por un lado se sentían felices de que el padre hubiera logrado su cometido, pero al mismo tiempo les afectaba ver partir al archiduque tan solo y triste. Riven se dirigió a ellos y se despidió cálidamente, los abrazó y les dio las gracias por tantos buenos momentos de sincera amistad; después le entregó un pergamino a Paulus y le dijo que durante su ausencia él sería regente, que ya todo estaba legalmente constituido y autorizado por el emperador. Paulus lo abrazó nuevamente y le aseguró que esa no sería la última vez que se verían, que aún había muchas conversaciones pendientes entre ellos. El archiduque finalmente subió al carruaje y le ordenó al cochero partir, todos los vieron alejarse y les fue imposible no llorar por el hombre que un buen día llegó a esa villa trayendo la alegría y el gozo de vivir... el mismo que se iba triste pero en paz consigo mismo...

LIRIO SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora