Un amor cálido, vital e inverosímil nacido entre dos seres aparentemente distintos, pero con las mismas ganas de ser amados, los mismos sueños y la misma fuerza para luchar por lo que saben que merecen...
Este es mi primer intento por escribir una...
Apenas y empacó algunas pocas cosas para el largo y arduo viaje de regreso pues dentro de sí crecía una urgente necesidad de ver a la mujer que amaba, apenas se enteró de los detalles de aquella noche y los días posteriores sintió que ni la inmensidad del mundo sería suficiente para impedirle recuperar a su familia... su familia, se oía tan hermoso cada vez que lo decía, se llenaba de felicidad al saber que Aleksa jamás había dejado de amarlo, tal como su amor por ella estaba intacto en su pecho. Sin embargo, había aún una última batalla que pelear: la batalla contra el tiempo, era cuestión de días para que Aleksa y el archiduque partieran y lo peor era que ya no había forma de avisarle a la joven que iban en camino, el correo en esas tierras era sumamente lento y la misiva jamás llegaría a tiempo, adicionalmente los caminos estaban en pésimas condiciones por cuenta de las lluvias de primavera. Pero para Thillbert nada de eso importaba, estaría en la villa antes de que se fueran así tuviera que regresar arrastrándose de codos y rodillas.
Cabalgaron lo más rápido que pudieron a través de los difíciles caminos, el corazón de Thillbert latía velozmente, espoleaba al caballo devorando las trochas desesperadamente, tanto que a los demás se les complicaba seguirle el paso. No sabía cuántas horas habían pasado desde que dejaron la casa, pero por lo menos ya casi salían de Brandeburgo, o al menos eso parecía, el desesperado hombre rogaba al cielo para que pudiera llegar a tiempo a la villa y poder estar con su amada niña, esta vez para siempre.
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En la villa, Aleksa miraba a través de la ventana de su habitación como si esperara ver algo más asomarse por el horizonte, no pudo evitar que las lágrimas se asomaran por sus grandes ojos, dentro de un par de días se iría con Riven y su hijo tendría un futuro más prometedor, lejos de las habladurías y señalamientos, pero la mitad de su alma se quedaría anclada a esa villa y a todos los recuerdos maravillosos que tenía de Thillbert. Jamás volvería a ver un amanecer sin recordar su tierna mirada matizada de azul; suspiró hondamente y abrazó el libro de poemas, muy pronto su vida cambiaría para siempre aunque el cambio no era precisamente el que ella esperaba.
Mientras tanto Riven reflexionaba en su despacho sobre la inverosímil cadena de sucesos en la que se había visto inmerso desde que llegó a la villa: el momento que vio a Aleksa por primera vez, cuando se mudó al castillo con él y todos los hermosos momentos que había compartido con ella y sus amigos; definitivamente conocerla había sido una de las cosas más maravillosas que le había pasado, tenerla cerca lo hacía mejor persona y valorar cada minuto de vida. Con ella aprendió que la vida no era solo andar de fiesta, había un mundo precioso allá afuera esperando ser explorado, lleno de oportunidades y sueños por realizar. La amaba mucho, de eso no había duda, pero ahora era tiempo de aceptar ser solo su amigo pues jamás pudo lograr que ella sintiera lo mismo por él, le dolía, pero una parte de sí se sentía en paz por haber aclarado de una vez su situación con ella...
***
El camino de regreso a Leipzig era cada vez más desafiante, pero Thillbert y sus acompañantes seguían su recorrido con férrea determinación, solo hacían las paradas estrictamente necesarias, ya fuera para dejar comer y descansar a los animales o para satisfacer sus necesidades corporales; los tres hombres recorrían los senderos con paso rápido y firme, en ese breve tiempo conversaron mucho y empezaban a conocerse y apreciarse de verdad, podía decirse que sus lazos eran ahora más fuertes de lo que habían sido jamás. El padre Charles le contó a Thillbert que Otto ya no sentía rencor alguno contra él, comprendía que había sido víctima de las circunstancias al igual que Aleksa; y que a Paulus el conocer del sacrificio del uno por el otro, le había mostrado el infinito amor que ellos se profesaban. Y que él al verlo llorar de felicidad al enterarse que sería papá y luchar con el barroso camino para impedir que su familia se fuera lejos, se había ganado su admiración; Thillbert ahora sentía que contaba con nuevos amigos, que querían ayudarle a reunirse con su amada y su hijo, la vida empezaba a sonreírle otra vez...
