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Primavera había llegado a los Estados Unidos, los capullos de las flores vibrando en el frío aire que aún no calienta. El aire frío, que en estos momentos estoy disfrutando mientras veo el paisaje desde mi posición en el umbral de la tienda. Las suaves brisas, acariciando mis mejillas pálidas, como si de plumas etéreas se tratasen. Fluyendo a través de mis ropas, haciendo que se bamboleen suavemente, imitando las ondas del mar.

Me había pasado toda la mañana haciendo una limpieza general de la casa. De manera manual, nada de magia. A veces era mejor volver a los principios, cuando no tenía que hacer uso de mis poderes. Disfrutar de lo simple y mundano. Despejar mi mente y distraerme con tareas domésticas.

Daphne, Fleur y Cissa, habían regresado a Europa, a sus tareas diarias. Fleur en su trabajo en el banco Gringotts, ya sin la interferencia de la molesta presencia de Wesley para hacerle daño. Mientras que Daph y Cissa están en San Mungo, trabajando como sanadoras, ayudando a la gente.

Sally, en estos momentos estaba en la universidad, completando sus estudios. Primero no quería ir allí, pero luego de una charla en donde tuve que convencerla que no hacía falta que trabaje para contribuir en la tienda, sino que debía seguir su sueño de ser una gran escritora, me hizo caso. Verla regresar con una sonrisa en su bello rostro, todos los días, me hacía muy feliz. Tanto por ella misma como por su deseo propio.

Perse, estaba estudiando en la Escuela Preparatoria Meriwether. Cuando fui a acompañarla el primer día, tuve que contenerme la risa ante la pintoresca imagen que tenían las aulas de ese lugar. Comparado con Hogwarts, el cual tenía un sistema de puntuación, uniformes, y lo más importante, mesas y sillas para sentarse, la escuela de Perse era el polo completamente opuesto. Un término que sea realmente adecuado para ese lugar, sería progresista. Al menos yendo allí, podría verla todos los días, y no tener que aguantar de una manera insoportable, muchos meses para poder abrazarla.

En esa escuela Perséfone encontró a un sujeto bastante peculiar. Un medio hermano por parte de su padre. Al principio ella, en su natural inocencia e ignorancia, no se había dado cuenta de lo que era. Pero luego de que un día lo trajese a la tienda, y me lo presentase, tuve que decirle que era un cíclope. Uno bastante joven y sin la terrible fama que se habían ganado sus hermanos, por lo cual no debía preocuparse por algún malentendido. A pesar de que estaba resentida los primeros veinte minutos, luego se convirtió completamente en una hermana sobreprotectora, cuidando del pobre muchacho en la escuela. Ese cíclope me recordaba mucha a Neville, tanto por sus actitudes, como por su habilidad en un tema en particular. Uno en herbolaría, y el otro en herrería.

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-Muy bien, qué más queda? – me pregunté, mirando a mi alrededor, tratando de hallar algo más que hacer.

Cambiar las sábanas, barrer, limpiar la casa...me queda entrar la ropa tendida y regar las flores. Caminando lentamente hacia el tendero, me dediqué varios minutos a descolgar cada una de las prendas ya secas, y acomodarlas en el cesto.

Me agaché a recoger finalmente el cesto de ropa, solo para tomarlo por demasiado de los bordes, lo que ocasionó que se me deslice de las manos cuando me levanté para llevarlo dentro.

-Owww...maldición, horas de lavandería en vano- comencé a quejarme aireadamente.

Fue entonces en ese momento, que oí a mis espaldas una sedosa risita de una hermosa mujer.

Metiendo rápidamente la ropa de nuevo en el cesto para lavarla luego, me acerqué a la visitante. Una dama de edad adulta, de alrededor de los cuarenta y cinco y cincuenta y cinco años. Vestida con una remera blanca, un jersey rojo oscuro encima, y un jean azul pálido. Su cabello castaño canoso fue recogido en un moño grande a la altura de la nuca y se mantenía en su lugar por un solo palillo.

Supongo que creer, de vez en cuando puede ser divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora