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-Vaya, parece que alguien está llorando...- murmuro por lo bajo mientras caminaba en dirección al pino.

Mis zapatos estaban empapados a este punto, mis medias empezaron a humedecerse y no eso nunca daba una sensación de comodidad, y uno de los pegasos que estaban también en el costado del camino coceó y me salpicó agua en todo el pantalón.

-Sabes...para hacer esto voy a necesitar algo más- le digo a Annabeth, que está caminando a mi lado, asiéndose a mi brazo.

-De qué hablas? – con curiosidad en sus opacos y atrayentes ojos grises me preguntó.

-Ven, primero necesito ir con Clarisse- comento tras desviarme unos metros a la derecha y dirigirme a la hija de Ares.

Caminamos frente a ella, tarareando suavemente una lenta melodía hasta llegar a donde se hallaba. Annabeth se limitó a mirarla con una mezcla de rivalidad heredada por sus progenitores, mientras yo tan solo lo ignoraba.

Cuando finalmente alcanzamos a llegar a donde estaba, pude apreciar que, a pesar de querer mantener una máscara de mujer fuerte y despreocupada, el brillo en sus ojos delataba su inocencia y temor por lo que estaba pasando con el pino. Vestida con su camiseta naranja del campamento, una chaqueta con impresiones de camuflaje sin mangas, un pantalón marrón sucio y una bandana roja con negro en su cabeza, sujetando su largo cabello ondulado.

-Por lo tanto, has venido llorando Chase, al igual que un niño...- Clarisse dijo, tratando de cambiar el ánimo que empezaba a sobreponerse en la psique de la hija de Atenea.

-No estoy llorando! – exclamó con una mezcla incompresible de dulzura y frustración.

Se giró bruscamente a mi dirección, solo para descubrir que estaba tapando furiosamente mis oídos con las manos, impidiendo así quedar aturdido por el repentino grito que había dado.

-Mantener la boca cerrada, Black! Sé lo que estás pensando! – ella me cortó rápidamente antes de que pudiese hacer algún comentario burlón.

-Entonces, a qué han venido hasta aquí? Pensé que iba hacia el pino de Thalia a tratar de solucionar el problema...- la hija de Ares preguntó con un tono apacible.

-Uh...bueno...yo estaba...estaba...- comenzó la ojigris, pero se detuvo al ser incapaz de continuar con la oración que tenía que pedir pues se dio cuenta que realmente no sabía que debía solicitar.

-Necesito un accesorio tuyo. Algo personal- declaré abiertamente cuando me di cuenta que Annabeth no podría seguir, solo para ser golpeado fuertemente en el pecho por la rubia.

-Hala! No tienes vergüenza alguna!? – reprendió ruborizada la hija de la sabiduría.

-Algo mío? – preguntó la señorita LaRue, dando un paso más cerca de mí.

-Sí- respondí, tratando de mantener una cara seria al ver que Annabeth estaba mortificada preguntándose en su cabeza que rayos estaba pasando delante de ella.

-Cualquier cosa sirve? – cuestionó nuevamente la ojimarrón, mirándome fijamente a los ojos, tratando de no sonrojarse al estar tan cerca.

-Sí, cualquier cosa será útil- dije con un tono neutro, evitando girar mi cabeza y ver como la rubia que me acompañaba estaba girando desesperadamente, sosteniendo su cabeza y llorando cómicamente al ver mi conversación que podía interpretarse de diversas maneras.

-Qué tal esto? Fue un regalo de mi madre en mi último cumpleaños y no tenía pensado utilizarlo, pero Silena opinó lo contrario y me obligó a ponérmela. Van a trabajar para lo que sea que lo necesites? – Clarisse dijo, sacándose la bandana que sostenía su cabello rizado y entregándomela.

Supongo que creer, de vez en cuando puede ser divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora