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-Tenías que darle a Perse justo ese objeto con la cara del estúpido de Hércules? – pregunto con desdén al sujeto que se había sentado a mi lado en las raíces salientes del pino.

-Tanto odio le tienes? – fue su réplica.

-Ni te lo imaginas Hermes. Hirió a alguien que me importa demasiado, y lo pagará tarde o temprano, el tiempo no es problema para mí- respondo mientras tiro mi cabeza hacia atrás, reposándome en el tronco del árbol.

-Ya veo. Nunca fue una persona agradable a los demás, pero mi padre lo tiene en alta estima a veces- comenta luego de suspirar sonoramente, denotando el cansancio que lleva luego de tanto trabajo.

-Tu hijo apareció en mi tienda hace unas semanas atrás- digo airadamente, sonriendo en mi mente al ori el sonido que el cuello del dios de los ladrones hace al girar en mi dirección.

-En serio? Cómo está? Pudiste ayudarlo? Quiso cometer alguna locura? – velozmente encadenó cuatro preguntas sin tomar un respiro.

-Sí, lo digo en serio. Por como lo vi, puedo decir que ha estado comiendo bien. Con respecto a ayudarlo, puedo responderte con un sí y un no. No, porque fue a pedirme algo que estaba más allá de su alcance para pagarme, y no era principalmente para su beneficio, si no para tu abuelo. Sí, porque pude quitarle su manifiesto de poder, debilitándolo en gran manera, sin contar que perturbé el alma invasora en el cuerpo de tu hijo. Y si cometió alguna locura? ...bueno, no lo culpo. Toqué los botones suficientes para que pierda el control- esbozando una mueca le contesto, mientras que él suspira nuevamente al oír las noticias que le doy.

-Es bueno escuchar que pudiste ayudarlo como me dijiste en nuestro anterior encuentro. Gracias en verdad- me dice con honesta gratitud.

-No hay de que- replico y con eso vuelvo a cerrar mis ojos mientras el dios se retira a continuar con sus tareas.

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Antes de partir a hacer mi parte de la tarea en la búsqueda, tuve que explicarle detenidamente a Sally, por qué se fue su hija sin avisarle a una peligrosa misión. Dejando de lado que prácticamente me agarró por los hombros y me zamarreó de un lado a otro en busca de respuestas. Juro que voy a matar a Mokona por reírse de mí en ese momento.

Ahora en este momento, frente a mí, se hallaba un magnífico edificio. Decorado de mármol blanco y azul agua por todas partes. Terrazas que subían por la ladera de la montaña, con piscinas en todos los niveles, conectados por toboganes, cascadas y tubos submarinos por los cuales se podía nadar a través. Fuentes que rociaban agua en el aire, formando formas etéreas, como el volar de las águilas y caballos al galope. Había todo tipo de animales domesticados como, por ejemplo, una tortuga marina que dormitaba plácidamente sobre una pila de toallas de playa y un leopardo tendido durmiendo sobre un trampolín.

Una vez dentro, una gran sala, toda la pared frontal era ventanas. La pared del fondo estaba cubierta de espejos, lo que daba el aspecto de extenderse infinitamente. También había un montón de muebles de color blanco, que denotaban su valor caro, y en una esquina, una jaula en una mesa, la que me sacó una risita suave, pues sabía perfectamente para qué era utilizada.

Al avanzar unos pasos más en la majestuosa edificación, vi un telar, del tamaño de un televisor de pantalla grande, que brillaba esplendorosamente demostrando de manera casi holográfica una escena de una cascada que era tan real que podía ver el movimiento del agua y las nubes a la deriva a través de un cielo de tela. Tan surrealista como el andar de un Expectro Patronum.

Supongo que creer, de vez en cuando puede ser divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora