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Capítulo 21: Abre la jaula (Parte 1)

De alguna manera, mi declaración produjo un ambiente inundado por una quietud inminente. Donde las únicas reacciones que había, eran mis madres abrazándome hasta la muerte mientras lloraban desconsoladamente en mi pecho. Por otra parte, mis padres solo sonreían mientras sus ojos estaban rojos por las lágrimas no derramadas.

Llevé mis brazos alrededor de las tres mujeres que tenía en mi pecho, para que a continuación, les deposite un beso en la frente a cada una de ellas, susurrando palabras tranquilizadoras, para que de esa forma dejen de sollozar. Luego de unos cinco minutos, lograron pacificar sus emociones, solo para que esturen sus manos de manera sincronizada y las acerquen hasta mi cara, tocando mis facciones y jugando con mi pelo. Un calor llenó mi pecho, dejando caer unas lágrimas saladas de mis ojos, disfrutando felizmente del momento.

-Mi bebé. Mi bebé ya es todo un hombre guapo- dijo con voz temblorosa Anfitrite mientras rozaba mis mejillas con sus delicados dedos.

-Tan bello como tu padre- Perséfone susurró, deslizando un dedo por el puente de mi nariz.

-Y tus ojos, son como dos brillantes piedras preciosas- Hera culminó, fijando su amorosa mirada en la mía.

No pude aguantar más mis emociones reprimidas. Pues, en el pasado, cada vez que estaba ellos, al cabo de un rato desaparecían. No lo soportaba. Me sentía abandonado.

-He llegado. Finalmente he llegado- con voz estremecida dije, actuando como si fuese un infante.

Las delicadas y divinas manos de las mujeres se apresuraron por llegar a mi rostro, moviendo meticulosamente sus falanges en un intento de eliminar mi llanto reciente. Inconscientemente inclino mi cabeza hacia delante, dando una pequeña sonrisa que ellas devolvieron diligentemente.

Siento como tres grandes presencias se acercan a donde estoy co mis madres, solo para levantar la vista y divisar a mis padres caminando en mi dirección. Estiro disimuladamente mi mano hacia atrás, llamando tácitamente a las Mokonas, quienes rodaron hasta llegar a mi alcance. Espero pacientemente, en los brazos de mis progenitoras, hasta que ellos estén en mi rango de tiro limitado.

-HIj...Aghhh!!! – chilló Poseidón al recibir un golpe en su hombría.

-Mi peq...Ughhh!!! – exclamó Hades, cayendo al suelo como una marioneta sin hilos.

-No! No! N...Ahhhh!!! Por qué yo el paraguas!!! – reclamó tirado en el piso, Zeus, mientras se sostenía su entrepierna.

Los miré sin pestañear por unos largos segundos, incomodándolos.

-Me quedé sin Mokonas- respondo simplemente, mostrando una sonrisa torcida que hacía reír a mis madres, las cuales pusieron posteriormente una cara de repleta confusión.

-A qué se debió eso? -preguntó Perséfone.

-Lo hice porque ellos hicieron muchas idioteces y las descuidaron...- le digo, separándome de ellas y caminando a los recientes heridos, los cuales eran picados en la cara por las esponjosas manos de los bollos monocromáticos.

-Aprendimos, aprendimos! Ya no más golpes por favor! – empezaron a gritar para sorpresa de todos los presentes, excepto mis madres las bellas hermanas Black, las cuales murmuraban que definitivamente tenía el carácter de mi madre.

-Son unos llorones...al menos Sirius y Remus aceptaron su castigo como adultos...bueno, Remus...aunque se quebró a los dos minutos...- hablo, ayudándoles a levantarse y procediendo a abrazarlos con fuerza.

-Finalmente has llegado hijo mío. Siendo todo un hombre. Estamos tan orgullosos de ti- dijeron unísonamente, mientras Hades, con una rara sonrisa en su cara, llamaba al trío de mujeres, las cuales llegaron corriendo para volver a abrazarme.

Supongo que creer, de vez en cuando puede ser divertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora