El último suspiro "Legolas & Mérida"

Recuerdos

Narra Mérida

Fueron solo un par de canciones las que bailé con Legolas hasta que el bardo Jaskier se encargó de entretener la fiesta con sus canciones, pero yo sentí que había pasado una eternidad con el elfo aquella noche. Me perdí en el sonido de la música y en sus cálidas manos guiando mis movimientos, ni siquiera me importó que todo el reino estuviera ahí, que no tuviera idea de cómo bailar o que mis padres me miraran. Me olvide absolutamente de todo.

Al terminar el banquete, me fui a dormir, estaba exhausta por la batalla y sin embargo, tardé varias horas en conciliar el sueño, pues mi mente volvía una y otra vez a la profunda mirada de Legolas, a su fresco aroma de bosque y a su sonrisa cálida. Sin duda, algo había despertado en mí.

Tal y como mi madre lo dijo, los cazadores de las Tierras Exteriores permanecieron unos días en el castillo de DunBroch siendo los huéspedes del clan, por su parte, los hombres del  ejército volvieron a Gondor pero Aragorn, Legolas y Gimli se quedaron unos días más.

Lord Aragorn platicaba a menudo con mi madre sobre asuntos comerciales del reino pues ambos esperaban establecer tratados entre Gondor y Escocia, Gimli y mi padre sostenían largas charlas sobre guerra en la Tierra Media, en las cuales mis pequeños hermanos también estaban presentes. Les encantaba oír sobre los enanos de Erebor y los tesoros de la Montaña Solitaria.

En un par de ocasiones, Legolas me invitó a dar un paseo por el bosque pues mencionó que al igual que yo, adora pasar tiempo en compañía de la naturaleza.

La primera vez que me invitó, me negué a acompañarlo, me daba mucha curiosidad caminar y seguir hablando con él sobre los elfos del bosque  y sobre todo preguntarle sobre sus secretos para manejar el arco, pero en el fondo me sentía bastante insegura, nunca he convivido con un varón fuera de mi círculo familiar a solas y menos con un sassenac tan enigmático como él.

Jamás había tenido interés por conocer a los hombres en general y aquello no hacía más que avergonzarme de mí misma y de mi falta de iniciativa.

Estaba tan nerviosa que le dije que tenía que repasar mis lecciones de Historia. Aquella mentira sin duda hizo que me perdiera de una posible conversación agradable y sobre todo, me hizo replantearme que no soy tan valiente como todos piensan. No tenía porque tener miedo de Legolas, habíamos luchado juntos contra los orcos, además de que me regaló mi primer baile. Desde el momento en el que nos conocimos fue amable conmigo e incluso me felicitó por mis habilidades. Me sentía culpable por rechazarlo y estúpida por fingir que no me intrigaba saber más de él.

Fue por ello que la segunda vez que me invitó a pasear con él no me pude negar, era un día soleado de otoño así que salimos a dar un paseo a caballo, al principio fue un recorrido silencioso por la campiña de las Tierras Altas, poco a poco nos alejamos de las aldeas del clan  y nos adentramos en el bosque.

Cabalgamos por algunas horas mientras hablábamos de los reinos y de nuestros intereses. Tras un rato, desmontamos y nos dirigimos al rio.

—No sabía que conocías éste lugar— dijo Legolas con aire melancólico.

—Sí, es un buen lugar para pensar, de hecho justo ahora  es temporada de salmones y desde aquí hay una hermosa vista a las montañas— respondí con una sonrisa. —Mi mamá y yo pescamos en este lugar una vez...—agregué recordando aquella tarde cuando, ella convertida en un oso y yo consumida por el orgullo, pasamos tiempo juntas como hacía años no lo hacíamos.

—Me alegra ver que te llevas bien con tu madre— sonrió Legolas.

—Y eso que no nos viste hace un año, discutíamos todo el tiempo, de no haber sido por ese tonto hechizo, nosotras jamás hubiéramos cambiado nuestro destino— expliqué. No estaba del todo segura de querer contare a Legolas lo que había pasado. Aún me sentía culpable por haber transformado en  oso a mi madre.