La princesa y el elfo

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Narra Mérida

Todo estaba en silencio y la calma de la mañana me hizo incorporarme poco a poco, había despertado.
Me levanté y salí pesadamente de la habitación con la esperanza de reunirme con Legolas y con mis padres ya que ese día partiríamos a Berk para la boda del jefe vikingo Hipo.

Rápidamente corrí por el pasillo hasta la habitación donde se había hospedado Legolas pero al tocar la puerta, me di cuenta de que él no estaba ahí.

Por un segundo, pensé que se había ido, quizá habría vuelto a los reinos de los elfos en la mañana.

-¿Mérida?- preguntó una voz a mis espaldas.

Me giré para ver el rostro confundido de mi madre.

-Hola mamá- saludé y me acerqué a abrazarla.

-Hija... tu cabello- murmuró pero no respondí nada al respecto.

-Dónde estuviste éstas dos noches, se que Legolas te llevó a Rivendell pero...
-mi mamá fue interrumpida por la voz de mi padre.

-Elinor mi amor, ya basta de interrogatorios, Legolad nos pidió permiso par llevarla, ¿Lo olvidas? Además lo importante es que ambos han vuelto y vendrán con nosotros a Berk- dijo mi padre quien sobre sus hombros cargaba a mis hermanos trillizos.

-Rápido, dénse prisa, los barcos parten en menos de una hora- afirmó el rey.

-Esperen ¿Han visto a Legolas?- pregunté.

-Está terminando de alistarse, le dije que llevara puesto los colores del clan, así que le dimos un tartán de DunBroch- respondió mi padre.

Asentí con una sonrisa. Si le habían dejado portar los colores de DunBroch significaba que había sido aceptado en el clan por el rey.

-Bien Mérida, date prisa, Maudi ya preparó tu maleta pero asegúrate de arreglarte para hoy. Al rato veré que hacer en tu cabello- dijo la reina.

Me dispuse a alistar mis cosas pero enseguida recordé aquel tapiz que vi con Legolas la noche anterior.

-Mamá, hay algo que debo...- inicié pero ella no me permitió terminar aquella frase.

-Ahora no, hablaremos durante el viaje ¿De acuerdo?- preguntó.

-Está bien- respondí y volví a mi habitación. Iríamos a una boda por lo que no sería necesario llevar mi arco y mi espada ¿Cierto? ¿Pero y si algo malo pasaba?
Tomé mis armas, el mapa de Altera y la luz de Lady Galadriel, metí todo en una bolsa color marrón. Me puse un vestido azul sencillo y bajé a la caballeriza.

Me acerqué a mi caballo Angus y noté que estaba siendo alimentado por uno de los mozos de cuadra.

-Hey Angus, hola- saludé con cariño y le di una manzana.

-Te prometo que cuando todo esto termine volveremos a pasear como antes- afirmé.
Acaricié la cabeza de mi caballo y tras despedirme de él y asegurarme que los mozos de cuadra lo cuidarían, me encaminé hacia el muelle donde se reunía mi familia.

Al parecer los hombres de los clanes no nos acompañarían, salvo evidentemente, los Lords y sus hijos. Me acerqué al barco y tal fue mi sorpresa al ver a Legolas de pie justo ahí.

-Buenos días princesa- dijo y se atrevió a dar un beso en el dorso de mi mano.

-Bienvenido al clan DunBroch- dije en cuanto ví que llevaba puesto un atuendo tradicional del clan.

-Gracias, es un honor portar esta ropa- afirmó.

-Eres del reino ahora- afirmó mi padre y enseguida subió al barco acompañado de mis hermanos trillizos, quienes como siempre, se mostraron ansiosos por partir.

El último suspiro "Legolas & Mérida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora