La batalla

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Narra Mérida

Vi a los hombres de los clanes cruzar las caballerizas, al fin habían llegado desde sus tierras. Todo el reino se había reunido para combatir a los invasores. Pasé de largo esperando no ser vista.

Al llegar a la armería comencé a revisar las indumentarias y entre todos los yelmos y armaduras, encontré una de mi talla, posiblemente, alguna de un escudero joven, me quedaba algo grande, pero en esa situación era mejor que nada.

Amarré mi cabello y me hice un peinado apretado para pasar desapercibida y que ninguno de los guerreros de los clanes me reconociera. Además, me puse un pesado casco con el emblema del reino. Debo admitir que el uniforme de guerra de DunBroch era bastante complicado de llevar, principalmente porque estaba diseñado para hombres, al menos no era uno de los ajustados vestidos que mi madre me hacía portar en los días de fiesta, amarre el tartán con los colores de mi clan y por último, tome mi arco y varias flechas. Me armé también con mi espada y una pequeña daga.

En cuanto estuve lista, me dirigí a la parte superior de la muralla del castillo en donde se encontraban los arqueros, quienes se estaban posicionando para el inminente asedio. Comenzaba a llover.

Tal y como Aragorn había dicho, llegó un ejército muy numeroso desde el otro lado del mar, la mayoría de arqueros portaban arcos pesados y grandes, en cuanto a los espadachines, todos llevaban armaduras plateadas y pesadas espadas de hierro a juego con cascos finamente elaborados. Nunca antes había visto a hombres como aquellos, feroces y aguerridos, en cuyos ojos reflejaban haber peleado en numerosas guerras. En sus rostros no había lugar para el miedo.

La lluvia azotaba más fuerte que antes, chochando contra las pesadas armaduras de los hombres de Gondor, era un presagio de la guerra que se avecinaba. El fuego de las antorchas no dejaba ver los sombríos rostros de los guerreros quienes no apartaban la vista del horizonte.

No sabía donde colocarme, pretendía dirigirme hacia el batallón de mi padre en el flanco izquierdo de la muralla, pero los hombres de Gondor me cerraban el paso. Había llegado tarde. No tuve más opción que permanecer ahí, en una de las torres, junto a los extranjeros. Desde ahí podía ver el valle y el mar iluminado solo por la luna. Era un buen lugar para disparar pero no podía ver de manera panorámica hacia el acantilado.

El rey Aragorn se colocó frente a su ejercitó y pronunció unas cuantas palabras en una lengua extranjera y desconocida para mí, sus hombres se mantenían inexpresivos, firmes y vigilantes, pero sus palabras sin duda inundaron sus corazones de valor.

Se oían pasos acercándose a la fortaleza del castillo, cada vez más cerca. La lluvia ensordeció con el sonido del hierro en el suelo y con los gemidos y gritos del enemigo que se aproximaba.

El miedo me invadió cuando vi el horrible rostro de los invasores a los que llamaban "orcos", eran criaturas repugnantes, parecían salir de un cuento nórdico de terror, de esos que me contaba mi madre cuando era niña para asustarme.

Jamás vi algo igual, tenían afilados colmillos y la piel de un color verde-grisáceo, sus armaduras estaban viejas y cubiertas de óxido, pero sus armas habían sido fabricadas para matar desgarrando la piel de sus enemigos sin piedad. Lo peor de todo era el sonido que hacían, una mezcla de gruñido con un grito áspero que solo reflejaba el odio que los consumía.

En ese momento e inesperadamente, Legolas, uno de los tres cazadores, se posicionó juntó a mí en la muralla, fue sigiloso y rápido, pero pude distinguirlo por su peculiar apariencia, no portaba una armadura, ni un casco, sus profundos ojos azules se posaron unos cuantos segundos en los míos, hasta que con un rápido movimiento, una flecha salió disparada de su arco y le atravesó la garganta a uno de los enemigos, segundos después, los demás arqueros también disparaban. El cielo nocturno se volvió una lluvia de flechas en cuestión de segundos. El enemigo también atacó, disparando hacia la cima de la muralla. Los arcos de ambos ejércitos silbaban entonando una armonía con el sonido del acero y la lluvia.

El último suspiro "Legolas & Mérida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora