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— Qué guapa estás, hija! ¡Pareces una modelo de esas que salen en las revistas! —exclamó el Robert Novák, lleno de orgullo, contemplando a Zuzana ataviada con su traje de novia desde la puerta del salón

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— Qué guapa estás, hija! ¡Pareces una modelo de esas que salen en las revistas! —exclamó el Robert Novák, lleno de orgullo, contemplando a Zuzana ataviada con su traje de novia desde la puerta del salón.

Zuzana se miró al espejo. Estaba muy nerviosa y algo incómoda con aquel vestido tan elegante. El estilista había hecho un gran trabajo con ella. El maquillaje de sus mejillas le daba un aspecto más fresco y juvenil, y su pelo lacio, siempre tan rebelde, se había transformado como por arte de magia en unos sedosos tirabuzones que caían suavemente por sus hombros desnudos. Lucía en la cabeza una espléndida diadema de brillantes, propia de una princesa. Era una joya muy valiosa que pertenecía a la familia Di Silvestri desde hacía siglos, según le había dicho Jungkook. 

Zuzana hizo una mueca al recordar las palabras de él, preguntándose si habría temido que ella lo considerara un regalo personal y, por ello, habría querido remarcar que no se hiciera ilusiones acerca de su matrimonio.

No podía esperar otra cosa de su relación con él. Era lo acordado. Podía ser un hombre apasionado y ardiente cuando tenía a una mujer en sus brazos pero, en general, era bastante frío y calculador. Él quería tener un hijo, pero ella estaba convencida de que, cuando naciera, sería en ella donde el niño trataría de buscar el calor y el afecto. Jungkook lo planeaba todo, analizaba las posibles dificultades y buscaba la mejor forma de solucionarlas. Era una persona muy exigente y un maniático del orden, que imponía en todo momento unas reglas muy estrictas y severas. Era un hombre que siempre quería lo mejor y no se conformaba con menos. ¿Por qué un hombre que podría haberse casado con cualquier mujer rica y hermosa de la alta sociedad la había elegido sin embargo a ella, una humilde veterinaria? 

¿Sería por su sex appeal?, se dijo ella ruborizada. ¿O tal vez porque se había negado a acostarse con él en una ocasión? No se tenía por una mujer fatal, pero ¿qué otra cosa podía haber despertado su interés? ¿Era acaso algo indigno ser deseada por un hombre? Le resultaba difícil pensar en el sexo como una virtud. Después de todo, ser el objeto de deseo de un hombre había estado a punto de costarle la vida en otro tiempo y temblaba sólo de pensarlo. Le venían a la mente unos recuerdos muy amargos que ella había estado tratando de olvidar a lo largo de todos esos años. 

Por fortuna, sus sobrinos, Emma y Harry, de cuatro y cinco años respectivamente, estaban encantadores aquel día y constituían el antídoto perfecto para sus negros pensamientos. Emma, llevaba un vestido estampado de flores y Harry iba muy elegante y gracioso con su traje de paje. Su madre, Gina, que se había casado con su hermano menor al quedarse embarazada a los dieciocho años, había aceptado ser la dama de honor, aunque se había quejado de que no se hubiera celebrado una fiesta de despedida de soltera. Zuzana no había tenido el valor de decirle a su cuñada que antes de lo que todos podían imaginarse volvería a estar soltera de nuevo.

— ¡Si él pudiera verte ahora...! —Exclamó el padre de la castaña muy emocionado mientras Gina les arreglaba, una vez más, el pelo a sus hijos—. ¡Cómo lamentaría lo que hizo!

the heir | jeon jungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora