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Se fue en el coche hasta la estación local y allí tomó el tren que unía ambas ciudades. Pensó en lo irónico que era que sintiera náuseas por primera vez durante el viaje. Sin duda, la tensión que tenía y su estado emocional estaban buscando una válvula de escape. Al llegar a Londres, tomó un taxi en la estación de Waterloo y le dio al conductor la dirección de Jungkook.
Era un bloque de apartamentos muy moderno. Montó en el ascensor y, mientras subía, se preguntó si estaría tan pálida y desmejorada como la imagen que reflejaban las paredes de acero inoxidable del ascensor.
Rigo Castello salió a abrirla. No había la menor muestra de inquietud ni nerviosismo en su expresión, por lo que dedujo que no iba a sorprender en esa ocasión a Jungkook inflagrante delicto. Se puso muy erguida y echó la cabeza atrás, con altivez. Como esposa, tenía todo el derecho a pedir ciertas explicaciones al padre de su futuro hijo. Pasó a una sala muy espaciosa con unas vistas espléndidas de la ciudad.
Jungkook estaba fuera en la terraza que se comunicaba con la sala a través de unas enormes puertas correderas de cristal. Tenía el pelo por la cara por efecto del viento e iba vestido de manera bastante informal para lo que era habitual en él. Llevaba unos pantalones vaqueros y una camiseta negra sin mangas que realzaba las esculturales líneas de su musculoso cuerpo. No pareció sorprendido al verla, lo que le hizo sospechar que su secretaria le había puesto en antecedentes de la situación.
— Zuzana... —le dijo él a modo de saludo, con una mirada muy efusiva y un tono muy alegre.
— Sí, supongo que ahora me dirás eso de « ¡Qué sorpresa verte por aquí!» —dijo ella con sarcasmo dispuesta a no demostrar su angustia ni echarse a llorar—. Después de todo, cuadraría perfectamente con la situación, ya que estaba convencida de que estabas trabajando duramente en Milán.
— Sí, te mentí y lo lamento —replicó él con cara de circunstancias.
— ¿Por qué lo hiciste? Eso es lo que me gustaría saber.
— Quizá no te guste tanto cuando te lo explique —afirmó Jungkook—. Por eso traté de mantenerte al margen de la situación.
No queriendo seguir jugando a las adivinanzas y a los misterios, Zuzana respiró hondo y lo miró fijamente.
— ¿Llegaste a poner los pies en Milán?
— No. He estado en Londres todo este tiempo.
— ¿Con Alice? —preguntó ella con cierta brusquedad. Jungkook la miró con el ceño fruncido y un gesto de desconcierto.
— ¿Por qué iba a estar ella aquí?
— Pensé que estabas teniendo una aventura amorosa con ella —dijo Zuzana comprendiendo, a su pesar, que sus posibles correrías sexuales con la esposa de su primo no tenían mucho que ver con las mentiras sobre su paradero.