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Jungkook vio cómo Zuzana bajaba de su viejo Land Rover rodeada como siempre de sus perros

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Jungkook vio cómo Zuzana bajaba de su viejo Land Rover rodeada como siempre de sus perros. Le había dicho por teléfono que aquél era su día libre, de modo que había supuesto que iría elegantemente vestida para la ocasión, o por lo menos mejor arreglada que el día anterior. Pero Zuzana apareció con unos pantalones vaqueros y una camiseta tan grande que podría ser de espantapájaros. Nada de lo que llevaba puesto resaltaba su figura. Pensó que, si contra todo pronóstico, conseguían llegar a un acuerdo, no iba a resultar nada fácil su relación. Ella no parecía muy aficionada a la alta costura, y él tampoco a los pelos de los perros.

Tomasso saludó a Zuzana con una radiante sonrisa, como si fueran viejos amigos, y la llevó a una sala impresionante, más propia de una estrella de rock, decorada a base de tonos negros y púrpura, con suntuosos sofás de terciopelo, mesas de metacrilato y complementos de vanguardia.

Minutos después, Tomasso apareció de nuevo con una bandeja con café y pastas anunciándole que el señor la recibiría en seguida.

— Negocios... siempre negocios— se lamentó el hombre llevándose una mano al oído como si estuviera hablando por un móvil.

Estaba muy nerviosa como para quedarse sentada tranquilamente tomándose el café, así que tomó su taza y se puso a merodear por la sala. Se quedó mirando un cuadro de arte moderno que parecía un retrato, tratando de adivinar si aquellos rasgos extraños que parecían hechos por un niño de tres años podrían representar realmente la cara de alguna persona. Ella tenía un concepto más tradicional del arte, le gustaban más los paisajes campestres y los retratos de animales, y se sentía incapaz de apreciar aquella valiosa colección de arte contemporáneo que Jungkook tenía en su mansión de Halston Hall.

Sonó entonces su teléfono móvil. 

Atendió la llamada con la mano que tenía libre, apresurándose luego de dejar la taza de café en una mesita al comprobar que la estaba llamando su madre.

Sharon estaba llorando desconsoladamente y casi no podía entender lo que le estaba diciendo, pero le bastó para comprender lo fundamental. Su padre, durante el desayuno, había acabado confesándole toda la historia del robo. Podía imaginarse fácilmente la escena. Explicaciones, preguntas, reproches... Su madre estaba destrozada emocionalmente, convencida de que su marido iba a ser detenido en cualquier momento y llevado a la cárcel por su participación en el robo.

— ¡Y todo por aquel estúpido crucero! ¡Qué bien habríamos hecho quedándonos en casa como siempre! ¡Qué necesidad teníamos de hacer ese viaje tan extravagante! — se lamentó la mujer del otro lado de la línea, hecha un mar de lágrimas —. Ahora nos desahuciarán y perderemos la casa...

— ¿De qué estás hablando mamá?

— El maldito señor di Silvestri no va a dejar que sigamos viviendo en una de sus propiedades después de lo que le ha hecho tu padre, ¿no te parece? He estado viviendo en esta casa desde que tenía dieciocho años y no podría soportar tener que irme de ella. ¿Y qué me dices de tus hermanos? Perderán también su empleo en la finca. Nunca más volverán a poner los pies en esa casa.

the heir | jeon jungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora