Zuzana miró a su madre a los ojos y se echó a llorar. Todas las lágrimas que había reprimido durante la mañana afloraron libremente como un torrente de primavera tras derretirse la nieve de las montañas.
Conmovida por el estado de su hija, Sharon tardó algún tiempo en hacerse cargo de la situación que trataba de describirle su hija entre sollozos desgarradores. Cuando finalmente dejó de llorar y se secó las lágrimas con la mano, tenía los párpados tan hinchados, que casi no se le veían los ojos. Cada vez que pensaba en Jungkook, volvían a afluir las lágrimas a sus mejillas.
— ¡Tú has sido la primera persona de la familia en ir a la universidad, pero cada vez que tienes un problema te comportas como si tuvieras menos cabeza que un mosquito! —exclamó la mujer mayor, tratando de sacar a su hija de su obstinado mutismo.
— ¿Cómo puedes decir eso, mamá?
— ¡El hombre al que amas se está muriendo y a ti lo único que se te ocurre es quejarte de que te haya mentido! ¿En qué estás pensando, hija mía?
El hombre al que amas se está muriendo, se repitió ella para darse cuenta mejor de lo que significaban esas palabras. Era una situación nueva para ella con la que nunca se había enfrentado y que no sabía cómo manejar, pero que amenazaba con desbaratar toda su vida y destruir su futuro.
— Jungkook te mintió para protegerte y, por lo que se ve, sabía muy bien lo que estaba haciendo. ¿Se puede saber que estás haciendo aquí sentada, hija? —le reprendió la señora Novák—. ¿Dónde tienes el cerebro? Él no quiere que te sientas en la obligación de permanecer a su lado porque seas su esposa y él esté enfermo. Es consciente de que eso no formaba parte del acuerdo que firmaron. Obviamente, pensaba que iba a poder estar más tiempo contigo. No quiere tu compasión. Por eso te dijo que podrían separarse en seguida, para que te sintieras libre de hacer lo que quisieras.
— ¡Lo que quisiera! —exclamó Zuzana, haciéndose eco de las palabras de su madre.
— Hace una semana, estuviste con Jungkook en Italia y fuisteis muy felices, ¿no es verdad?
— Sí, pero...
— No hay peros que valgan. Jungkook no puede haber cambiado tanto en unos días. Él sólo está tratando de ser generoso contigo, dándote la oportunidad de mantenerte al margen de su enfermedad.
— ¿Crees sinceramente que está tratando de protegerme más que de deshacerse de mí? —preguntó Zuzana angustiada.
— Creo que es la única razón por la que te ha estado mintiendo todo este tiempo. Está tratando de hacerse el duro y llevar en soledad su problema sin molestar a nadie.
— No soportaría perderlo —dijo Zuzana con un nudo en la garganta, mirando al suelo con los ojos llenos de lágrimas.
— Entonces no tires aún la toalla. Por lo que me dices, él ya lo ha hecho. Así que lo que necesita no son tus lágrimas ni tus lamentos. Aún queda alguna esperanza. Habla con él y trata de convencerlo de que tiene que someterse a un tratamiento por su bien y por el de su hijo. Con un poco de suerte, puede que todavía esté a tiempo.