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Rio dio una patada a la pelota y la estrelló contra la ventana. Se oyó un ruido muy fuerte y luego se vieron unos cristales, hechos añicos, volando por los aires.
— ¡Mamma! —exclamó al niño asustado, corriendo hacia su madre, al tiempo que los perros acudían ladrando muy excitados al oír la exploción.
Rio era el mayor de los niños. Le habían puesto el mismo nombre que Jungkook había designado.
Zuzana, que estaba sentada tranquilamente a la sombra del porche, se levantó y se fue corriendo a ver si su hijo estaba bien y no se había cortado con algún cristal. Se aseguró de que no se le había quedado ningún fragmento entre la ropa y sonrió a Tommaso cuando le vio llegar muy diligente y con cara de resignación, con un cepillo y un recogedor para limpiar el desaguisado.
— Rio, cariño, debes tener más cuidado al jugar con la pelota, podrías lastimar a alguien —la castaña sostuvo con ambas manos la cara de su hijo, acariciando con delicadeza los cachetes regordetes del infante.
— Mi dispiace, mamma.
— Está bien, fue un accidente. Procura jugar en el jardín, no queremos que Tommaso se moleste con nosotros por seguir rompiendo ventanas —susurró juguetonamente, Rio le lanzó una sonrisa de complicidad y tan pronto como asintió con la cabeza, se marchó con el balón en manos.
— No hay de que preocuparse signora, son sólo accidentes que a cualquier niño le puede pasar. Al final del día son niños.
— Tengo que decirle a Rio que deje de romper ventanas o de lo contrario, tendremos que aumentarte el sueldo con cada ventana rota. —dijo Zuzana a modo de broma.
— Por mi, encantado. Lascia che rompa tutte le finestre che vuole! —Tommaso rió ante su propio comentario y tan pronto como recogió los pedazos de vidrio, se retiró.
Y sí, Tommaso tenia razón, después de todo, eran cosas de niños. A Rio le gustaba mucho jugar al fútbol y a sus cinco años había pocos niños que tuvieran tanta vida y energía como él.
Había sacado los ojos negros de su padre y el pelo castaño y lacio de su madre. Era un niño muy guapo y con el tiempo sería sin duda un conquistador como lo había sido su padre. Había nacido en un parto natural y sin complicaciones una semana después de que Zuzana saliera de cuentas. Ya desde el primer momento, había hecho las delicias de su madre, que había visto así satisfechas con creces todas sus expectativas aunque, eso sí, cuidar de su hijo había resultado ser más cansado de lo que se había imaginado. El niño era muy inquieto y les dejaba sin dormir más de una noche, por lo que habían tenido que recurrir a una niñera que les echara una mano. Rio había heredado el mismo carácter testarudo y decidido de sus padres y les daba realmente mucho trabajo.
La familia de Zuzana pasaba sus vacaciones de verano con ellos en Collina Verde. Sus padres estaban asistiendo a clases de italiano y ponían mucho empeño en aprender el idioma. Sus hermanastros seguían trabajando en Halston Hall, pero su padre, tras aquel desgraciado incidente, había decidido buscar otro empleo y trabajaba ahora como director adjunto en un centro comercial dedicado a la jardinería.