Jungkook di Silvestri no podía dormir. Los sucesos acaecidos en los últimos meses le habían llevado a reconsiderar lo que había sido su vida hasta entonces. Se sentía como en una encrucijada en la que tuviera que decidir el camino a tomar. Había puesto todo su empeño en llegar a ser todo un magnate de la industria y lo había conseguido. Era un multimillonario que gozaba de gran poder y reputación en todo el mundo, pero había descuidado su vida privada. Sólo tenía un amigo en el que podía confiar, su primo Dante.
Ambos se habían criado juntos y habían compartido buena parte de su adolescencia. Jungkook se había acostado con varias mujeres, pero solo había amado a una y, absorto en sus negocios, le había prestado tan poca atención, que al final ella había acabado enamorándose de otro hombre. A sus veintiocho años, no había pensado siquiera una sola vez en casarse.
¿Era un solitario por naturaleza o quizá sólo un hombre al que le asustaba comprometerse en una relación seria y estable con una mujer?
Jungkook se sintió incómodo con todas esas reflexiones que acudían a su mente en aquella noche de insomnio. Él era un hombre de acción, acostumbrado a tomar decisiones y no a calentarse inútilmente la cabeza con consideraciones filosóficas más propias de un pensador de biblioteca. Él era un gran deportista, lleno de vitalidad, y un hombre de negocios con los pies en el suelo.
Renunció definitivamente a tratar de conciliar el sueño esa noche. Se puso unos pantalla cortos y bajó las escaleras en dirección al salón de aquella lujosa villa marroquí en la que estaba pasando unos días. No demostró el menor interés en todos aquellos objetos exclusivos que adornaban la mansión, como si aquella vida de lujo, que tanto ambicionado en otro tiempo, se le hubiera quedado ya pequeña. Una vez en el salón, se sirvió un vaso de agua con un par de cubitos de hielo y se bebió la mitad de un solo trago.Sí, tenía ya treinta años, tal como le había confesado a Dante recientemente, le hubiera gustado tener ya un hijo. Aunque, desde luego, no con ninguna de las mujeres que había conocido hasta entonces. Sólo estaban interesadas en su dinero y su posición, y educarían a su hijo con esos mismos valores egoístas y huecos.
''Nunca es demasiado tarde para formar una familia. Nada está escrito en piedra, Jungkook. Haz lo que desees, no lo que crees que deberías hacer.'' Le había dicho Dante en cierta ocasión, muy convencido.
Seguía dando vueltas en su cabeza a esas palabras cuando escuchó su teléfono móvil. Dejó el vaso en la mesa y subió las escaleras corriendo, preguntándose quien demonios podría llamar a esas horas de la noche. Era Rigo Mancini, su jefe de seguridad. Le llamaba para informarle de un robo que se acababa de cometer en su finca de Halston Hall en Inglaterra. Los Ladrones se habían llevado un cuadro que había adquirido recientemente por medio millón de libras. Todo apuntaba a que el golpe se había perpetrado desde adentro.
Trató de no perder la calma y reflexionar sobre lo sucedido. Él pagaba muy bien a sus empleados y, a cambio, esperaba de ellos lealtad. Cuando se descubriese al culpable, él mismo se encargaría de que recayese sobre él todo el peso de la ley.
Esbozó, sin embargo, una sonrisa al pensar que ahora, a raíz del robo, tendría que ir inevitablemente a visitar su hermosa mansión isabelina de la campiña inglesa y volver a ver a la bella veterinaria que atendía su cuadra de caballos. A diferencia de las mujeres con la que había estado, todas cortadas por el mismo patrón, ella le parecía un ejemplar único y distinto. Era la única mujer que se había atrevido a decirle que no. Aún recordaba aquella noche con un profundo sentimiento de frustración. La había invitado a cenar a un restaurante exclusivo y luego ella le había rechazado. Por primera vez en su vida le había rechazado una mujer, y aún no sabía por qué. Para un hombre como él, acostumbrado a salir victorioso en sus negociaciones, aquel hecho supuso algo misterioso a la vez que un desafío.