Capítulo 7. Botellita de jerez, todo lo que me digas será al revés.

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Los gemelos llegaron al ascensor y como ya saben la consabida conversación de lo que ocurrió una hora antes, a estas alturas mi mal humor ya había mejorado solo un pelín, tampoco era que me importara tanto lo que me había dicho, ya que mi intención era de ahora en adelante hacer oídos sordos a todo lo que saliera de su boca, claro era muy fácil decirlo; pero como si no hubiera sido suficiente con todo lo que me dijo, su mente se mueve siempre en mi contra, algún día me las va a pagar todas juntas, juntitas, a todos nos llega tarde o temprano la hora de pagar y espero que para la cabra sea lo más pronto posible.

No me considero una persona rencorosa o mal intencionada, pero esa actitud no me cuadra mucho que digamos, uno no espera encontrarse con un déspota de padre y señor mío a la vuelta de la esquina, por lo que nunca le he deseado el mal a nadie, pero...

¡Ya, ya, ya, no les quiero aburrir con mis divagaciones!

Pero por otro lado he llegado a la conclusión que no debería infiltrarme en su conversación, porque de seguro no me espera nada bueno, pero admito que tengo demasiada curiosidad; ojalá no me pase como al dichoso gato.

-Lo que yo creo hermano, es que a ti te gusta Sofía.

Espero que no sea el que me está pasando por la mente justo en este momento, ¿ya ven lo que les digo? #LaCulpaEsDeMisifú.

-Eso no tiene nada que ver hermano.

¡Uyyy, uyyy!

¿Quién es, quién es?

¡Hagan sus apuestas!

-Siempre sales en su defensa.

Respiro, claro, tenía que ser Esteban, suspiro, a la cabra no le paso por la mente ni por equivocación, claro solo para ser su pera de boxeo, me viene a la mente que se pone a idear con que me va sorprender cada día, es que me pongo a pensar ¿qué lleva a una persona a tratar a otra de esta forma? Eso no tiene lógica, para mí no la tiene.

-Es una linda chica, una cosa es ser amable y no faltarle al respeto y que pienses en algo malo, tú te estás pasando de la raya, a veces pienso que de verdad no tienes limites, hasta que no llegue el día y te acuse con Recursos Humanos por maltrato psicológico.

¡Lo tendré en cuenta!

¡Toma nota Lulú!

-No me puede acusar por decir la verdad-esa sonrisa me deprime.

-¿Qué te ha hecho para que las trates así?

-No la soporto, me saca de quicio su risa escandalosa, todos se tienen que enterar que ha dicho algo gracioso, como si lo fuera y tienen que hacer una fiesta a su alrededor, la oigo en mis pesadillas.

¿Cómo? ¿cuándo me ha escuchado reír? ¿acaso también tiene el don de infiltrarse en mis conversaciones?

-Es una persona muy alegre, no todos tienen que ser tan amargados como tú para que te caigan bien, además no está pasada de peso, te aseguro que tiene a más de uno detrás de ella.

¡Ay compadre no me ayudes!

¡Calladito te ves más bonito!

-Incluyéndote por supuesto, por lo menos no es mi tipo.

¿Y a mí cómo por qué me tendría que importar, si soy tu tipo o no?, le doy gracias a Dios que no lo sea.

-Sí, lo admito y ya sabemos cómo te gustan.

-No tan exageradas.

Sí, se está refiriendo a mis caderas, hace esa señal de las dos manos abarcando un gran espacio refiriéndose a ellas, no lo acepto, son anchas, amplias, como esas que dicen de antes, de las que pueden albergar a todos los niños que Dios me quiera mandar, cinco, seis, los que sean necesarios.

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