Capítulo 18. Burbujas de amor.

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Me sentía en la gloria, Esteban me había invitado a salir, bueno no precisamente a una cita, solo era un desayuno, estábamos en el último piso del hotel, en la terraza del penthouse para ser más precisos, que pertenecía a la familia Conde, todos tenían sus casas, este lo usaban cuando no podían ir a sus casas y tenían que permanecer en el hotel por diferentes motivos, era el espacio más lujoso de todo el hotel.

Nos sentamos en la mesa con sombrilla que estaba en una de las esquinas de la terraza, podíamos ver a las olas llegar a la playa, los bañistas disfrutando desde muy temprano, había un mesero atendiéndonos, Esteban pidió de todo un poco, fruta, café, tostadas, mermeladas, huevos al gusto, varios panes, porque según él no sabía que me gustaba.

¡Qué atento, vas sumando puntos!

-O puedes pedir lo que quieras.

-Así está bien.

-¿Segura?

-Sí.

-Lo que pidas te lo traerán.

-Está todo lo que quiero.

-Perfecto, comamos.

No era que iba a ponerme a pedir otra cosa, ustedes saben cómo es el desayuno de nosotros los mexicanos, unas buenas tortillas, frijoles refritos, huevos revueltos y si había salsa mucho mejor; bueno algunos si se podían dar el lujo de pedir hasta codornices; esos eran gustos de los ricos, yo no me iba a empezar a comer a las pobres palomitas.

-La vista es grandiosa.

-Me gusta venir aquí, se puede decir que es uno de mis lugares favoritos.

-Yo viviría eternamente en un lugar como este sin ninguna dificultad.

-Te puedo traer las veces que quieras.

-Es un decir.

-En serio puedes venir cuando gustes.

¡No me tientes satanás!

-Mañana mismo traigo todas mis cosas.

Nos reímos, lo dije para aligerar la cuestión; pero ustedes saben que con gusto me vendría a vivir, ¿a quién no le gustaría vivir esta vida de ricos?, levantarse los domingos, tomar el sol en sus terrazas privadas, que te sirvan la comida cuando tú lo pidas, tener todo arreglado, despreocuparte si llegó el recibo de la luz, el del agua, el del gas, las cosas cotidianas que nos suceden a la gente como ustedes y como yo.

-¿A Braulio le gusta este lugar?-pregunto porque uno nunca sabe con la cabra.

-Venimos todos los días después del trabajo, creo que él se vendría a vivir aquí sin ninguna dificultad.

-Sí, me lo imagino en un lugar como este.

-Lo malo de todo esto es que está muy solo, una vez que se van los asistentes queda solitario.

-¿A ti no te gusta estar solo?

-Nunca nos hemos separado.

-Son muy unidos verdad.

-Sí.

Empezamos a hablar de todo, me enteré déjenme y les cuento que se llegaron a sentir abandonados por sus padres cuando los enviaron al internado en España, pero que también le agradecían a sus padres por que se habían convertido en unos hombres independientes, a pesar de tener todos los privilegios del mundo por haber nacido en esta familia, tenían que trabajar para ganarse su sustento; bueno no tenían el sueldo del trabajador común, la paga al final del mes era sustanciosa, no como la mía y de algunos otros que a duras penas nos alcanzaba para lo básico.

Enamórate y verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora