Capítulo 12. Dios los hace y ellos se juntan.

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No puedo comenzar el día sin tener una pelea con Braulio, parece que ya lo tenemos como costumbre, como rutina, nuestra entrada del día y a veces con el término, con un cierre con broche de oro, ya sé que a ustedes les encanta que nos la pasemos agarrados del chongo. Pero eso no está nada bien para mi salud mental. No quiero hacerle competencia a la cabra lunática.

Esto sucedió justo cuando se estaba acercando la hora del almuerzo; pongan atención, llegó una mujer de estatura baja, delgada, rubia, muy guapa, vestida elegantemente al hotel, de esas como si la hubieran tratado genéticamente en un laboratorio, como modelo; bueno, así como Emilia Clarke, como si estuviese viendo a la mismísima Daenerys Targaryen, miré a Frida porque nos pareció extraño que se dirigiera expresamente a la oficina.

Ni siquiera saludó la rubia, pasó de largo por la recepción dirigiéndose a la oficina; me persigné mentalmente, me levanté como resorte, si la cabra loca es interrumpida ya saben de quien será la culpa, no estoy para otro round más con Braulio, me queda muy poca paciencia para el día de hoy, ya rebasó la cuota mínima diaria.

Caminé lo más rápido posible y apenas si toqué el hombro de la rubia que estaba a punto de abrir la puerta. Y la pude ver bien, era casi idéntica a Emilia Clarke, solo que el cabello de esta era más rubio que cenizo. La rubia se quedó inmóvil y sus ojos echaban lumbre.

-Disculpe señora ¿En qué la puedo ayudar? -voltea, me escanea y me dice.

-Vengo a ver a Braulio.

-¿Tiene cita con el señor Braulio Conde? Si no es así, tendrá que esperar que le pregunte si él puede atenderla. Está muy ocupado y pidió no ser interrumpido.

Esto lo pidió porque transfirieron a la secretaría de Mauricio a uno de los hoteles de Acapulco y por lo consiguiente nos tocaba anunciar a los que vinieran para una cita con la cabra, no es que me importara mucho si pasaba o no, tampoco iba a pasar por encima de nosotras, nada más así por su linda cara.

La mujer me mira de arriba abajo nuevamente, pretende intimidarme con su mirada, pero está equivocada, no por nada he aguantado al demente de mi jefe para que ahora llegue esta mujer y pretenda hacerme sentir intimidada; eso no me hacía ni cosquillas.

-Yo no necesito cita con el señor, vete enterando tía, puedo venir y entrar cuando se me plazca, ahora quitaos de mi camino, si no queréis perder tu trabajo.

¡¿Cómo?!

¡Me está amenazando!

¡Qué le pasa!

Todo esto lo dijo con un tono de voz, un poquitín alto, vamos que, si quería que la escucharan en Tombuctú, déjame y te digo que sí lo logró, bueno puede que este exagerando, al parecer venia un poco nerviosita la tía esta, aun así, no podía permitir que entrara a la oficina, Braulio sería capaz de arrancarme la cabeza y a mí me gusta el sitio en el que la tenía.

-Para poder entrar debe ser anunciada, no le estoy negando la entrada.

-¡Pues es lo que estáis haciendo!

-Permítame y le digo al señor que lo está buscando, deme su nombre por favor.

-¿Es que no habéis escuchado lo que te dije?

-¿Y cree que la voy a dejar pasar por eso? Usted es la que no ha escuchado.

-Vengo a ver a Braulio.

-Eso ya lo dijo señora, pero tiene que esperar.

-No penséis que te voy a aguantar que me habléis de ese modo.

-No le he hablado mal señora, simplemente...

No pude terminar.

Braulio abre la puerta debido a la algarabía que hemos formado la rubia y yo, a la mujer le lanza una mirada de enojo, lo bueno es que esta vez no es para mí, doy brinquitos de alegría mentalmente, pero mi felicidad duró muy poco, me echa la mirada malévola.

Enamórate y verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora