Capítulo 3: Cero y van dos.

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Otra cosa fue a la hora de la comida, la cabra psicótica Snape Darcy, pidió una hamburguesa de res con doble ración de papas a la francesa, ¿Quieren saber a quién se lo pidió?, me señalo, sí, me estoy apuntando ahora mismo con mi dedo índice, ya no hay necesidad de que se los diga. Llama a recepción solo para amargarme la vida, claro como si yo fuera la encargada de la cocina.

-Buena tarde señor, ¿En qué puedo ayudarlo?

-Señorita Amaya, me podría traer una hamburguesa bien cocida sin queso y sin cebolla, con doble ración de papas a la francesa y una coca cola y otra a mi hermano, también bien cocida, pero con todo, igual papas y coca cola.

Puse la misma cara que ustedes, inspiré, exhalé, inspiré, exhalé, no funcionó, esas indicaciones no sirven en mi caso, es como cuando en el avión te está diciendo la azafata que hacer en caso de un accidente, no sé si a ustedes les pase, pero yo me quedo en blanco, espero a que termine y luego busco la hoja debajo del asiento donde ponen las indicaciones, ¿qué tal si la señorita se equivoca y me da mal las señales?

¿Sienten que me desvío mucho del tema?

-Ok señor, en un momento las pido.

-Necesito que vaya a la cocina y se cerciore que así la preparen, no cruda, no quemada, bien cocida.

-Desde luego señor, así será.

Como es la hora de mi comida me voy a tomar la molestia de quedarme en la cocina a esperar la dichosa hamburguesa, no me quiero estresar como el día de ayer, hoy me prometo que llegaré a casa a jugar con mi hija, la llevaré al parque, jugaremos en los columpios y regresaremos a ver una de sus películas favoritas, sin pensar en la cabra psicótica.

En lo que espero mi almuerzo, le pido de forma especial la hamburguesa de Braulio, la encargada de la cocina pone mucho empeño en que no se le pase de cocción, ya se enteró que la cabra psicótica es muy detallista con la comida, por lo del café, aquí las noticias corren como pólvora, pero esta vez no crean que si pasa algo me va a culpar a mí, me imagino dentro de la cabeza de la chef.

¡Bien cocida, bien cocida, bien cocida! Con un poco de temblorina.

Claro que un chef sabe que es un término bien cocido, solo yo soy la que me estoy imaginando eso, para mí una hamburguesa bien cocida es lo mejor, con todos los ingredientes, es más, pónganle doble de todo, papas crujientes y una coca cola bien fría. Pero la nena la quiere bien cocida y sin nada, ¡No esperen!, sin pan y sin carne.

Rio de manera agradable, vamos que me estaba riendo de mi chiste.

¡Johnny, la gente está muy loca!

Me entregan las hamburguesas vigiladas y todo lo demás, se la llevo a la cabra psicótica y me quedo a ver que dice de la comida, no les digo a veces soy medio masoquista ¿O tendría que decir masoquista y media?

-Muy bien señorita Amaya, así se deben hacer las cosas, vaya aprendiendo.

Me retiro de la oficina con el rabo entre las patas, yo solita me lo busqué, me lo hubiera mentalizado, abrir, colocar en escritorio, y salir, así de sencillo, evitando cualquier comentario indeseado. Total, que mi escritorio me recibió con los brazos abiertos para que continuara con mi labor.

Llamaron para una reservación especial, llamémosla especial porque el señor la confirmó de inmediato, pagó y nos dio una lista de los artículos que quería que estuvieran en la suite matrimonial, no eran recién casados, era un matrimonio que cumplía ni más ni menos que veinte años de casados y quería darle una sorpresa a su esposa.

Enamórate y verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora