Capítulo 14. El que busca encuentra.

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¿No les tengo que repetir la frase del capítulo verdad?

Porque eso fue precisamente lo que le pasó a Braulio, me buscó y ¿Adivinen qué?, se le cumplió.

¡Me encontró!

Les cuento porque ya saben que siempre me levanto con los cuatro pies izquierdos, que tengo la suerte más jodida del mundo, el día que repartieron la mala suerte, me quedé dormida y por ser la última me dieron doble ración y si hubiera llegado primera me habrían dado doble por puntual, sino era una era la otra, el asunto es que lo mío, lo mío, era salir perdiendo en todas.

Siempre he sabido que soy un imán para la mala suerte, pero últimamente el destino o lo que sea de lo que se trate, se ha estado dando la gran divertida de su vida, sí, definitivamente no queda más que admitir que alguien se ha propuesto ponerme el dedo en la llaga. El nuevo capítulo de mi ruinosa vida.

Llevaba caminando por lo menos diez minutos, escuchaba la música a todo volumen, así me gusta oírla e ir cantando, no me importa si me escuchan o no, aunque piensen que estoy loca; me había puesto los zapatos de deporte, siempre los llevaba para no cansarme con los altos, iba tranquilamente y de pronto siento un jalón de mi bolso, un tipo como de un metro noventa de alto tratando de robar mi bolso

¿Se pueden imaginar?

¿Ya les conté que no era para nada baja de estatura verdad?

¿Todavía no me describo?

Uno setenta y cinco centímetros de estatura con zapatos bajos, el tipo hace de nuevo el intento de sacarlo de mi hombro, pero tengo la costumbre de llevarlo agarrado fuertemente de la manigueta, o del asa o como se le llame, o sea casi imposible si alguien me quiere robar.

-¡Dame el bolso!

Me dice al percatarse que sería un hueso duro de roer, le doy una patada en la espinilla, pero no me suelta; los tenis no me ayudaron mucho con esto, le doy otra patada y nada, no es que me hubiera gustado traer los zapatos altos, de ser así, ya estuviera en el suelo dándole sus buenos y cariñosos besos, porque no me hubiera podido sostener por los jalones que me dio el sujeto, el caso es que, entre jaloneo y jaloneo y mis intentos por darle una patada.

-¿Qué te sucede estúpido?

-¡Suéltalo, que me des el bolso, no quiero hacerte daño!

-¡Suéltalo tu idiota, no tengo nada de valor!

Bueno si traigo cosas en el bolso, como mi teléfono celular, mis lentes para leer, mis zapatos nuevos, algunos dibujos de mi nena, bueno no son muchas cosas, pero a él no le van servir de nada, no le han costado lo que a mí.

-Que sueltes el maldito bolso.

-¡No!

El ladrón empezó a jalar con más fuerza el bolso creo estaba a punto de romperlo, pero más lo agarraba yo, forcejeamos y volví a lanzarle una patada que esquivó, como es posible que te pase esto en mitad de la calle y no venga alguien a ayudarte, algunos pasaron a nuestro lado, ya sé que hay personas que piensan que mejor no intervenir porque les puede llegar a pasar algo, no sé, como que el ladrón saque un arma y los hiera o que les roben a ellos también, o sea unos cobardes de mier... de primera.

Así que ahí me encontraba yo peleándome con un tipo de uno noventa, un mastodonte para describirlo mejor, no sé qué cara traía yo que el tipo ya se estaba riendo, le causaba risa todas las patadas infructuosas que le había lanzado.

-¡Que terca eres mujer!

¿Por qué no tomé esas clases de Jiu Jitsu que tanto me decía mamá que tomara? tendría mi cinturón café o negro, ya le hubiese dado sus buenos golpes al tipejo este. El cuento es que el sujeto intenta por última vez, ya me estaba empezando a doler el brazo, me estaba cansando de sus tirones.

Enamórate y verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora