Noche 10

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La sangre llama

Hacia un clima perfecto aquel sábado por la mañana, el sol tenía poco tiempo de haber salido así que había un delicioso frescor matinal. 

Las princesas Sayuri y Momiji agradecieron ese clima tan pronto como salieron a uno de los patios de entrenamiento del palacio. Aquel lugar era una pequeña plaza con adoquines grises por toda su superficie y en las paredes que lo rodeaban crecía una abundante enredadera adornada con pequeñas flores moradas. Las princesas se dirigieron a una pequeña construcción que había en uno de los extremos del patio donde su instructor ya las estaba esperando.

-Me alegra ver que hoy llegan a buena hora jovencitas- dijo un hombre muy alto y corpulento de barba abundante con una voz profunda y ronca.

-Siempre llegamos a buena hora, que a ti no te parezca la hora apropiada no es nuestra culpa- dijo Momiji

-Es demasiado temprano, por favor no empieces- la regaño Sayuri con un hilo de voz

Aquella mañana la hermana mayor no se sentía nada bien, toda la noche había tenido horribles pesadillas, todas ellas involucraban muertos y sangre por doquier, por lo que no había logrado dormir casi nada. 

Por suerte el intenso ardor en la garganta que había experimentado el día anterior había menguado bastante, pero aun así se sentía muy sedienta sin importar cuantos litros de agua bebiera.

-Por lo visto estas demasiado animada e irritable esta mañana Momiji, en comparación con tu hermana que parece como si no hubiera pegado el ojo en toda la noche- señalo el instructor

-Pues quizás así fue- añadió Momiji mientras entraba dentro de la pequeña caseta donde se encontraba su vestimenta de entrenamiento.

Sayuri inhalo profundamente y después saco todo el aire pidiéndole al creador paciencia para tratar con su hermana, después la intento seguir dentro de la caseta, pero su entrenador la tomo del brazo suavemente.

-¿Estas segura que quieres entrenar hoy? No me importaría cancelar el entrenamiento-

-Estoy bien, pero gracias por preocuparte Admos, no quiero cancelar lo único que me gusta siempre practicar- respondió Sayuri siguiendo su camino.

Admos era la única persona dentro del palacio que siempre había tratado a las princesas como lo que realmente eran, unas jovencitas con mucha energía y alegría, nunca se dirigía a ellas por su título y les habla siempre como se le daba la gana, lo que realmente apreciaban las princesas como no se imaginaba.

Varios minutos después las princesas salieron de la caseta vestidas con un pantalón ajustado de la cintura y abombado de la cadera y de las piernas, una camisa blanca también ajustada y varias protecciones de cuero en los brazos y piernas.

Admos las puso a hacer varios ejercicios de calentamiento como sentadillas y lagartijas además de varios estiramientos.

-¿a eso llaman estiramiento señoritas? Mi abuela pude hacerlo mejor- gritaba el entrenador mientas las observaba sentado en un pequeño banquito de madera.

-pues deberías traerla para que nos enseñara como hacerlo- respondió Momiji

- ¿Qué dijiste? - pregunto el entrenador levantándose de su banquito y caminando hasta ponerse detrás de Momiji que estaba sentada en el suelo con las piernas abiertas intentando estirarse lo más lejos que podía.

A Momiji solo le dio tiempo de ver la mirada de "no debiste abrir la boca" de su hermana antes de sentir como Admos la agarraba por los hombros y la empujaba hacia abajo estirando todo su cuerpo al máximo, sus ligamentos le dolían horriblemente por el esfuerzo.

Jaula de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora