*Capítulo 3*

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Gabriel no haya un asiento disponible en la camioneta; éste es un ejemplar negro, con cupo para aproximadamente 5 personas, más una cajuela. Verid maneja, quiere practicar y poner a prueba sus nuevos dotes. En el asiento del copiloto va Bernardo. En la parte media Gladys y Fedra llevan 4 estorbosas bolsas repletas. En la cajuela colindante a los demás yacen Rafael y Gabriel.


Solo estoy aquí, esperando no vomitar por el trayecto que debemos pasar. Por lo visto, Antonio vive casi a las afueras del pueblo, debido a la interminable carretera de enfrente.

—¿Estás bien? —pregunta Rafael—, te noto algo pálido.

—Las curvas me dan nauseas. —Susurré.

—Vaya, parece que ya son 2.

—¿Por qué o quién lo dices?

—Mira a la pobre de Fedra, se suponía que nos juntaríamos para conducir ebrios. —Observo a una nueva Fedra sonrojada (entrecerrando los ojos) y de dedos pálidos la cual se tambalea mientras susurra chicos gay besándose, chicos gay besándose, para distraer su mente; seguramente.

Suelto una pequeña risa.

—¿Crees poder aguantar?

—No sé, en estos casos soy muy impredecible.

—Descuida, yo estoy aquí, nada de eso pasará. ¿Bien?

No sé por qué. Las palabras salientes de sus hermosos labios me han dejado con mucha intriga. Mi corazón se agita, sé que es momento de demostrar algo, más sin embargo, no me salen palabras, solo atino a sonreír como un estúpido.

—¡Gabriel es un shota, Rafa! ¡ILEGAL EN TODOS LOS SENTIDOS! —Grita Bernardo en un tono cortante.

Un silencio inunda toda la camioneta.

Fedra ríe.

—Qué chido que tú sí te reíste.

—Cómo no hacerlo, si es evidente.

Volteo con las mejillas hirviendo hacia Rafa, mantiene la mandíbula apretada y los ojos firmes en la silueta mal sentada de Bernardo.

—No te enojes. Solo están jugando, Rafi. —Me acerco y le susurro.

—No es eso, sino que... te dan una mala imagen de mí, y sinceramente quisiera que me conocieras como en realidad soy.

—Y yo sé que solo están jugando, Rafi. No hay de qué preocuparse. Fedra luego de que me vio me llamó uke. —Me echo a reír.

Su sonrisa es preciosa, nunca he contado la forma tan formal de carcajearse; sus ojos se entrecierran, salen a flote los hoyuelos de sus mejillas y sus labios se ponen aún más rojos. Es el hombre más hermoso del mundo.

A pesar de llevar una enorme diferencia de edades, sé que de ahora en adelante las personas mayores llevan en sí mismas el mejor aire de sabiduría. Me gusta que me enseñen, y yo enseñarles mis más grandes aspiraciones, quiero que revivan sus años de adolescencia. Rafael no es la excepción, él es diferente, podría pasar horas y horas con él, más sin embargo nunca me aburriría. En mi piel y sentimientos yace una incomodidad tímida, la cual disfruto con cada sonrisa brindada del ser con hoyuelos y grandes pensamientos.

Lleva una playera blanca: un poco holgada de manga corta. Pantalones negros y zapatos. No puedo quitarle la mirada de encima.

—Te vas a divertir mucho, Gaby. —Me susurra Rafa.

—Eso espero, aún tengo que avisarle a mami que llegaré tarde. —Arquea una ceja.

—Eso lo veremos luego, mientras tanto quiero que veas la magnitud de pendejadas que harán estos retrasados.

delicado; reflejos © [LIBRO 1# Saga DELICADO] (DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora