*Capítulo 30*

153 13 0
                                    

Con un brazo, la tía Gladiola golpea la pared de su recámara, con coraje, mucha rabia, al ver cómo Verid cuestiona su estancia. En ese momento, recuerda la terrible discusión que tuvo con Madeleine hace años, cuando ella tenía 28 años y su hermana 23... la necesidad por acabar con aquella mujer es tan inevitable.

—Es el momento de actuar. —Se dice a sí misma.

Con una mano toma su teléfono móvil, observa detenidamente los mensajes de texto que su hijo le ha enviado.

«Necesito que me hables».

«¡Responde!».

«Me estoy cansando de ti».

—Aunque no lo parezca, hijo querido, estoy por tomar el control de todo. Y de todos estos pendejos.

Entonces coge el dedo índice y, marca.

—¿Sí?

—¡¿Por qué no contestabas?!

—Estoy bien, gracias hijo mío. ¿Cómo estás tú? ¿Ya culminaste lo que te encargué?

—No veo la necesidad de ser irónica conmigo, madre.

—Entonces salúdame como es debido, ¿de acuerdo?

—Ya, ya, en verdad fue mi intención. Y sí, los papeles del negoció fueron firmados por los ahora socios.

—¡Bien!

—¿Eso era todo? ¿Madre?

—No, solo te recuerdo que ésta ráfaga de inútiles creen que estoy cansada de la ciudad y por eso me vine a éste pueblucho apestoso a libertinos.

—¿Qué no Verid es abiertamente gay?

—¿Tú qué crees? Seguro a Serge le daría un infarto si supiera la clase de hijo que engendró.

—Ya, calla boca, yo que sepa él lo sabía antes de morir.

—Estoy segura de que no lo sabía, igual, hablamos de un vejete que vivió en Ottorsuchets, ¿qué esperabas? ¿A alguien con un pensamiento moralmente correcto? Ya ves cómo es la gentuza de éste lugar.

—¡Vaya que le tienes un odio!

—Solo a Madeleine y Verid, porque Serge ya está tres metros bajo tierra.

—A veces pienso que deberías ir con un terapeuta.

—¡¿Para qué?! Para que juzgue mi manera de pensar y luego me intente medicar... ¡claro que no muchacho! No más chusma. —Masculla Gladiola.

—¿Qué más piensas hacer? Mamá. Sinceramente me siento muy preocupado, ¿sabes que pueden demandarte si descubren tu sucio juego?

—No me importa nada, hijo. Decidí venir aquí para quitarme ésta inquietud tan grande que a la larga me ha hecho dependiente de sus vidas.

—Sinceramente la tía Madeleine no te ha hecho ningún daño, por favor regrésate y olvidemos cada uno de tus traumas, hay días en que ya no sé en qué confiar.

—Soy una demente, Jack. Soy una demente esperando a la siguiente perra para envenenar. ¿Me explico mejor? O ¿Quieres dibujos de por medio?

—¡Madre! Si supieras que hace mucho adiviné sobre tu grandioso plan macabro —suelta con ironía Jack—. ¡No vale la pena arriesgar tu vida para éste asunto!

—¡No! —Masculla Gladiola— Sí vale la pena, ¡y mucho! No tienes idea de cuanta ansiedad me daba de tan solo recordar cómo ésta perra me arrebató a el cariño de mi familia.

delicado; reflejos © [LIBRO 1# Saga DELICADO] (DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora