Klaus

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Habían pasado varios dias desde que conoci a esa chica rubia, tenia que admitirque ese aire inocente me despertó la curiosidad.

Ahora me hallaba practicando sólo, ya que mi hermano tenía cosas que hacer.

Seguramente esa cosa que tiene que hacer tiene que ver con alguna mujer y por eso me dejo solo.

Decidí poner mi cabeza donde tiene que ser y seguí practicando, sonreí cuando escuché unos pasos cerca mío.

No necesitaba darme vuelta para saber de quien se trataba, la suavidad de sus pasos la delatan.

- Buenos días, señorita Aleksandra - dije al darme la vuelta.

- Señor Mikaelson - ella me saludo con su voz dulce y me gire para mirarla.

Me di cuenta que ella estaba bastante nerviosa, y entonces decidí guardar la espada para que no tuviera miedo.

- No se preocupe, señorita. Solo utilizo la espada para practicar- una sonrisa ladina apareció en mi rostro -y por favor dígame Klaus -

- Lo intentaré - ella susurro mirando hacia abajo por unos segundos.

- ¿Qué hace por aquí señorita, Aleksandra? - pregunté elevando una ceja.

- Había decidido salir a caminar para despejarme - ella confesó.

Me di cuenta que mi presencia la hacia sentir nerviosa y yo me acerqué a ella.

- ¿Le gustaría dar una vuelta en el lago? - estire mi mano para que vea que soy de confíanza.

Ella miro con duda mi mano, pero luego de unos segundos ella la tomó con miedo y yo pasé mi pulgar en el dorso de su mano como si fuera una pequeña caricia.

Aleksandra me dio una pequeña sonrisa y empezamos a caminar, mientras nos dirigíamos al lago el silencio se apoderó de nosotros, pero no era un silencio incómodo.

- Me alegro que haya aceptado mi invitación - dije sinceramente.

- Le dije que un día iba a aceptarlo - dijo ella vergonzosa.

Durante nuestra caminata hablábamos de cosas sin importancia y ella en ningún momento me miró.

Para mi mala suerte Cómo todas las cosas buenas, tienen que terminar y este paseo tuvo que terminar.

- Gracias por acompañarme - le volví a repeti.

- Es un placer - ella dijo e hizo una reverencia.

Aleksandra se despidió de mi con una sonrisa, porque aunque le insistí mucho ella no quiso que la acompañe a su casa, se perfectamente que debería respetar su decisión, pero no puedo evitar preocuparme, por lo que sin que se de cuenta fui con ella hasta que vi que había llegado a su casa sana y salva.


A/N: ¿Qué les parece? Tenemos un momento Klasandra.

Las Hermanas PetrovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora