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Culpas ajenas, culpas propias, culpas al fin.

Herencias recibidas, heredadas, culpas acumuladas: todos cargamos con cargas que hemos asumido sin cuestionar por no permitirnos planear nuestra propia ruta. Respetamos patrones de conducta recibidos sin darnos cuenta de que ponemos en peligro nuestra propia vida y nuestros objetivos. Le cedimos un lugar de autoridad a la culpa y le dimos una jerarquía que no merece, pero lo peor es que la hicimos carne y así fue como comenzó a convivir y a formar parte de nosotros mismos.

Al hacernos cargo del hambre del mundo, de los que no tienen, muchas veces nos castigamos y nos sentimos mal por poder disfrutar de todo lo que está a nuestro alcance. Si bien poder ayudar al otro es un acto de amor, de misericordia y de compasión, lamento decirte que el hambre del mundo no se detendra por tu autocastigo. Muchas mujeres no pueden disfrutar de un buen perfume ni de ropa elegante; no se permiten elegir lo mejor para ellas, sino que dicen, ¿cómo me lo voy a comprar yo si los chicos necesitan cosas?  Y tal vez sus hijos tienen veinte pares de zapatillas, treinta remeras y no requieren nada más, sólo ver a su mamá feliz. Sin embargo, esta mujer se llena de culpas y se niega un derecho, que, gracias a Dios, puede darse: el de poder comprarse un perfume caro. Por años hemos sentido culpa de disfrutar de lo material y de lo emocional; la culpa ha hecho estragos dentro de nosotros y nos ha delimitado, nos ha cercado. Por años hijo que nos conformásemos con migajas, con aquello que los demás estaban dispuestos a darnos.

Sentimos culpa por ser felices: ¿cómo puedo ser feliz yo, si mi mamá, mi hermana y mi tía están separadas y solas?  Y así es como boicoteas tu matrimonio.

¿Cómo puedo yo disfrutar de comprarme un par de zapatos nuevos si mi hermana no tiene trabajo?  Pues bien, puedes comprarte los zapatos y también ayudar a tu hermana, siempre y cuando ella no esté abusando ni manipulando tus emociones.

¿Cómo voy a irme de vacaciones si mi familia nunca pudo tomarse unos días? Lo cierto es que puedes irte de vacaciones y disfrutar porque generaste los recursos para hacerlo. ¡Prémiate!

Sin embargo, muchos eligen castigarse. Sin darnos cuenta, los mandatos internos y externos recibidos se hicieron carne dentro de nuestra mente y hoy no podemos disfrutar de lo que está a nuestro alcance.

Los latinos hemos heredado el concepto de servilismo: los conquistadores han sometido a los pueblos y les han transmitido que ellos habían nacido para servir a quienes habían decidido ser una casta social de mayor jerarquía y privilegios.

En México, cuando pides algo a alguien responden: «¡Mande!» ; sin embargo, en los Estados Unidos dicen: « ¿En qué puedo ayudarle?». La diferencia, como notarás, es muy clara.

«Cuando se encuentran dos seres, el que es capaz de intimidar a su oponente queda reconocido como socialmente superior, de modo que la decisión social no siempre depende de un combate. En algunas circunstancias, el mero encuentro puede ser suficiente.»

La culpa nos lleva a olvidar lo que sentimos y necesitamos, nubla por grandes períodos de tiempo nuestros derechos, convirtiendo nuestras prioridades en necesidades secundarias, mientras le otorga a la opinión y a los pensamientos de los otros un lugar de urgencia y superioridad.

Y así es como de un modo contundente nos fuimos haciendo cargo de todos y de cada uno de los mensajes que llegaron a nuestros oídos, sin damos cuenta de que no nos competía ninguna responsabilidad en las situaciones en cuestión.
Analicemos algunos de estos mensajes:

Gente tóxica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora