Capítulo NUEVE

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Abro los ojos desorientado

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Abro los ojos desorientado. Noto que dormí con la vestimenta de la noche anterior, solo me quité el par de zapatos y apoyé la cabeza en la almohada. Lo único que recuerdo es que cerré los ojos, con esa mirada color celeste queriendo desnudar mis mayores secretos y debilitarme con su cercanía. Me alejo de la cama y en cuatro pasos estoy en una de las ventanas que dan a la entrada de la casa. El asfalto está cubierto de ramas de árboles... No recuerdo escuchar vientos fuertes, la misma tormenta asomarse por la ciudad tampoco. Voy hacia el guardarropa en busca de lo que pueda ponerme, ya que es un poco complicado manejarme por mis propios medios. Otra no queda, la vestimenta deportiva es lo que me salva de momentos como estos. Voy al baño con las mismas en mano y me encierro.

Camino hacia la puerta y la abro, encontrándome con unos sonidos que provienen de la cocina. Trato de no hacer ruido para acercarme hacia allí, y lo que veo es digno de reírse. Hannah escucha música mientras baila y prepara la mamadera a Lex, que no deja de observarla. Sus manitas golpean la mesa a su ritmo, eso parece incentivar más a mi amiga porque mueve su trasero de un lado a otro. Eso me hace recordar lo que una vez me ha dicho Lex, y de solo pensarlo me da escalofrío. Me vuelve loco su trasero, mi fiel compañero reacciona ante ese acto. Es increíble lo que esa hermosa pelirroja me ponga duro solo con algún movimiento de improvisto. Que me hablen de Hannah como lo hizo él, en mis más remotos sueños me la imagino. ¡Es como mi hermana! Solo que en ese momento no sabía lo que nos une.

- Trata de no moverlo en mi presencia, por favor.- Hannah salta en su lugar y Lex aplaude al verme y estira sus brazos a mí- Verlo me trae recuerdos un tanto perturbadores.- sacudo mi cabeza, como si desaparecerlo fuese posible.

- Buen día, ¿No?- se cruza de brazos y me mira mal- Si, lo sé. Lex no tiene filtros a la hora de ser sincero.- me responde acercándose al niño con la mamadera- ¿Cómo has amanecido?

- Muy bien, dormí como un angelito.- le sonrío engreído y me acomodo al lado del pequeño- Dormí tan bien que ni escuché la tormenta de anoche.- ella suspira y niega con la cabeza.

- Tendremos que esperar un buen rato hasta que limpien las calles.- asiento de acuerdo con ella- Tendrías que comunicarte con el médico que llegarás tarde, si no es que quedaremos encerrados.- frunce el ceño y vuelve la atención al pequeño Lex- Si quieres leer el diario, será mejor que hoy te guíes por los digitales.- me pongo de pie y vuelvo a la habitación por mi teléfono.

Ya en mis manos lo enciendo, esperando a que se actualice. Pero de la nada, empiezan a llover mensajes de Whatsapp y mensajes privados por Facebook. Hay uno que me llama la atención en Whatsapp y toco la pantalla para leerlo. ¿Me puedes explicar que es lo que te ocurre? Es lo primero que lo de los mensajes de Lex, por lo que frunzo el ceño. Te he dicho cientos de veces que si sales con Hannah, todos iban a sospechar de que serías un tercero en discordia. Parpadeo un par de veces, ¿Qué mierda ocurre? Veo algunos mensajes de mis compañeros de equipo preguntándome que hacía con la esposa de Lex. Uno de ellos me envía un enlace y entro a esa página, ahogándome con mi propia saliva al ver al pie de página con una imagen que nos sacaron anoche y yo tenía en mis brazos al pequeño Lex.

Historia de amor oculta entre la esposa de Lex Armages y el veterano jugador Marko Živković. ¿Un tercero en discordia en la supuesta historia de cuentos de hadas?

Abro los ojos exaltado. ¿Tercero en discordia? ¿Es que están locos? Esto no puede estar pasando, y Lex me ha dicho que aclarara cuando me vieran con Hannah. No lo creía necesario, a lo largo de carrera siempre supieron que iba acompañado y desde que llegué a Eslovenia traté de encerrarla bajo siete llaves. Mi amiga es una mujer que llama la atención a más de un hombre, y cuando salía a bailar o hacer compras, trataba de que vistiera con mis ropas. Suelo ser muy sobre protector con ella, no quería que pasara lo mismo que yo. Lex rompió su promesa de no dañarla, por lo que pasé unas semanas sin dirigirle la palabra y me pidió disculpas al comprender el error que cometió al engañarla con cuantas mujeres se les cruzaran por su camino. Y lo perdoné porque no estaba en su mejor estado, era el peor desde que lo había conocido. Antes de casarse me pidió que me aclarara ante los medios de comunicación y no lo hice, con la creencia que fui el padrino de boda de la novia... Raro, lo sé.

- No lo podrás creer.- me acerco de nuevo hacia la cocina. Hannah está de espalda a mí enjuagando los utensillos del pequeño Lex- Los periódicos creen que soy un tercero en discordia.

- ¿Un tercero en discordia?- se gira hacia mí frunciendo el ceño- ¿Qué quieres decir con eso?- se acerca para observar mí teléfono con el enlace que me enviaron- ¡No aclaraste nada a los periodistas en mi casamiento!- me grita y el niño empieza a llorar- Me has dicho que les dijiste a los periodistas presentes lo que nos unen.- cierro los ojos y suspiro fuertemente.

- La verdad es que no lo creía necesario, fui quién te entregó a Lex y fui tu padrino de bodas.- los abro y me encojo de hombros.

- Será mejor que desayunes.- señala el desayuno que me preparó- Están limpiando las calles. Cuando terminen, irás a ver al doctor por tu tobillo y lo aclaras, porque los periodistas estarán esperándote allí.- me acomodo en el asiento antes de que empeore las cosas. Actúa como una madre cuando se lo propone y le hago caso antes de que me mande a la mierda.

Estaciono el vehículo en el lugar de siempre y lo primero que aparece a mi vista es un gran grupo de fotógrafos junto a unas personas con micrófonos. Esto es peor de lo que creí, lo maximizaron demasiado. ¿En serio soy un tercero en discordia? ¿Tanto molestan a las personas que sólo quieren vivir en paz? Me parece bien que hagan su trabajo, pero hay cosas más importantes que pasan en el mundo como para que se enfoquen en mí. Salgo del mismo con las muletas y me las acomodo debajo de mis axilas... Al menos tienen la amabilidad de dejarme un espacio para ponerme de pie.

- ¿Nos puede decir que tanto se conocen con la esposa de Lex Armages, Señor Živković?- pregunta en inglés una mujer de cabello castaño oscuro con su mirada en mí... Ni un minuto y ya me exaspera.

- Quiero que sean sinceros.- los observo a todos y los flashes me dejan mareado- ¿Quiénes de ustedes siguen a la liga local?- la mayoría levantan las manos y asiento- Saben que vengo de Serbia, ¿No?- todos asienten- Entonces, ¿Quiénes de ustedes saben mi historia?- veo una mano en alto detrás de todos y suspiro- El que levantó la mano, ¿Puede decirles a los demás de donde conozco a la esposa de Lex?

- Hannah Otišić es una persona muy importante en el señor Živković. Para nosotros, los que nacimos en Serbia, sabemos que Hannah es amiga de la vida de Marko.- abro los ojos y el hombre se acerca hasta mí es de cabello negro y tiene una cámara profesional en mano- Infancia difícil, padres olvidando a sus hijos y una amiga que está a su lado desde los diecisiete años es lo que denominamos a Marko Živković en su carrera de jugador de handball.- no caigo de la sorpresa. Asiento y lo señalo.

- Mejor explicación que este señor no hay.- frunzo el ceño y miro a los que aún me rodean, que están igual de sorprendidos- Así que no hay romance ni un tercero en discordia. ¿Alguna pregunta más? Como sabrán, comienzo con la recuperación y el doctor Norswyk me espera.

Se alejan cabiz bajos y sonrío para mí mismo. Antes de que se retire el fotógrafo, cuyo nombre es Vikentije Knežević, se toma su tiempo para usar su trípode y me utiliza para tomar bien el enfoque de la foto, seguido de correr hacia mí y la cámara hace el tan característico sonido cuando captura la imagen. Tenemos una breve charla, solo para saber que hace foto periodismo, es de Belgrado y lleva cuatro años viviendo en Cerkno. Es bueno hablar en mi propio idioma con otra persona que no sea Hannah y saber que no soy el único serbio en la ciudad.

Paso las dos primeras horas tratando de recuperar un poco de fuerza en mi pierna derecha. Lo bueno es que el yeso desaparecerá, pero las muletas las tendré que usar igual. Eso es lo de menos, lo más incómodo ya está fuera de combate. Muchos de mis compañeros de equipo vienen a verme y los saludo a cada uno de ellos. En algún momento debo dejar de ser duro con ellos y conmigo mismo. El capitán me recibe con un gran golpe en mi espalda y los demás se ríen, solo lo ignoro y los dejo con lo que estaban haciendo. No fue difícil al final de todo, después de tres años puedo llevarme bien con ellos.

Mi Destino, tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora