5 - Aquélla primer noche

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Una vez dentro de mi oficina, mientras pensaba en Alexander, el caso y su prometida, vi el vaso de café que había dejado sobre el escritorio, tenía un aspecto frío y poco apetecible. El ajetreo de la mañana me había impedido disfrutar de una buena bebida matutina. En su lugar, me puse a archivar un par de documentos que tenía sobre la mesa, mientras pensaba una vez más en la manera en la que haría frente a Alexander. No se lo esperaba, no me conocía y no tenía ni la más mínima idea de lo que le sucedería. Sin embargo, antes debía saber para quién trabajaba o por qué hacía lo que hacía.

Aún disponía de un par de días para recabar toda la información que podía respecto a él. Lo vigilaba casi las veinticuatro horas del día. De acuerdo, no lo hacía por el trajín de cada jornada, pero de haberme sido posible lo habría vigilado día y noche aun estando sobre Alizee. ¿Pero en qué mierda estaba pensando? Sacudí la cabeza al notar que me había convertido en un depravado sexual. Me espabilé ante tal idea, aunque me resultó un tanto difícil. Recordé la sensación que tuve al posar mis dedos sobre el hombro desnudo de la chica, y su cuello, su caliente cuello...

Tomé el café del escritorio y lo bebí al instante sin dudarlo un segundo más. Comenzaba a sentir la sangre hervir ante tales pensamientos, tanto que la necesidad de disponer de algo que me mantuviera frío se apoderó de mí. El café fue lo único que encontré en ese momento.

Tan rápido como pude fui directo al baño, salí como un ladrón luego de conseguir hacerse de una gran cantidad de billetes, huyendo de la policía y deseando no ser encontrado. Mojé mi rostro, el cuello y el pelo durante un par de minutos. Me resultaba extraño creer que me estuviera pasando esto. ¿Por qué la deseaba tanto?

Me paseaba por el pasillo interior del baño, di un golpe a la pared y exasperé.

Pensaba, pensaba demasiado.

¿Qué me estaba pasando?

Después de haber estado un buen rato en el baño, mirándome al espejo y martirizándome con mis pensamientos, decidí salir para volver a la oficina. Debía mantener mi mente centrada en alguna otra cosa que no fuera en Alizee o de lo contrario me volvería loco, más de lo que ya estaba.


Pasado el tiempo logré olvidarme de ella, pero en cuanto salí de la comisaría sus recuerdos volvieron a mi mente como una ráfaga de viento.

—Nunca me abandonarás, ¿cierto? —pensé.

En vista de que no podía sacármela de la mente, esta vez, en lugar de ir a casa, me dirigí a la de Aleu. No precisamente para vigilar a Levesque sino para observarla a ella. En esta ocasión, Alexander carecía de importancia. Acudía en su búsqueda para sentirme por tan solo un momento un poco más cerca de la castaña. No era muy noche, así que debía tener cuidado de no ser descubierto.

Llegué al edifico y me estacioné en el lugar de siempre, aquel en el que solía tener buena vista del sitio y de ella, por supuesto. Me recargué sobre el asiento del automóvil en espera de cualquier movimiento. Saqué una cajetilla de cigarros además de un encendedor de bajo costo. Encendí uno, podía sentir el humo recorrer mis vías respiratorias; al instante, mis hombros se relajaron y el humo exhalado ahora inundaba el ambiente. Coloqué mi mano izquierda sobre la nuca y luego miré hacia la casa. Un auto se estacionaba frente a ella. Alizee bajaba del taxi, estaba sola. Lucía esplendida con aquel vestido rojo y en ese par de tacones que hacían juego con su personalidad. Joder, quería ir hacia ella y estrecharle la mano. Pero no podía, no de esa manera.

BUENAS NOCHES QUERIDA #1 (Serie Caden)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora